Capítulo treinta.

55 18 1
                                    

Cazadores de sombras—: “Cerrar los ojos y pretender que algo no sucede no hace que deje de ser verdad”.

Evangeline Daxton.

Al entrar a su casa, el caos se desata.

Veo como pasa sus manos por su cabello una y otra vez, y suelta un bufido. Estoy asustada, muy asustada, esta situación no me gusta para nada, me recuerda muchísimo a las situaciones en mi pasado, pero no voy a huir, debo saber que lo hizo molestar de esta forma.

—¿Quien diablos es Thomas Grayson en tu vida, Evangeline? —pregunta luego de tomar aire, mientras me mira fijamente.

Miedo, el miedo me paraliza siempre en estos momentos, pero no puedo dejar que esto se salga de control, debo calmarlo, no puede reclamarme nada sin saber. Es demasiado injusto. Le he demostrado que soy una persona decente, y he confiado en él en varias ocasiones, no me parece que me ataque verbalmente por no saber algo.

—Una mala decisión —contesto al fin.

—¡Acabo de perder millones de dólares por tu culpa y no me dices ni siquiera la razón! —exclama.

Está lejos de mí, pero aun así, me muevo con lentitud hacia atrás, alejándome más de él. El ruido ha alertado a su hermana, quien baja por las escaleras asustada por sus gritos.

—¿Todo esto se trata de dinero? —mi voz suena herida, demostrando que estoy a un paso de desmoronarme de nuevo— ¿En serio vas a creerle a un hombre que no conoces? ¡Siempre te he dicho la verdad!

—¡Sí, se trata de dinero! ¿No te das cuenta de que acabo de perder un negocio importantísimo porque no supiste controlar tus emociones? ¿No podías mantener alejado tu rencor por ese hombre aunque sea por un día? —explica colérico.

Las heridas sanan, pero los recuerdos y las cicatrices me recuerdan día a día lo tonta que fui. Estoy dispuesta a no dejarme dañar por nadie más, aunque las palabras duelen más que los golpes, y sé que las suyas me han causado daños.

Es una fase de Elliot que nunca había conocido, y esta, señores, es la razón por la cual no me permito confiar en los demás. Casi puedo escucha el sonido de mi corazón desgarrandose, un dolor increíble me presiona el pecho, y mi vista se nubla parcialmente, pero me apoyo en uno de los muebles, por si acaso.

—¿Qué está ocurriendo aquí? —pregunta Ginny, preocupada.

—Estamos discutiendo un asunto, de verdad disculpa el escándalo —respondo con suavidad, ya que mi enojo no es con ella. Luego me dirijo hacia su hermano—: ¿Sabes lo egoísta que sonó eso? ¿No te diste cuenta de lo que sucedió en el restaurante? ¿No viste como me trató? Es más fácil echarme la culpa a mí ¿no? A la desequilibrada, a la chica rota que llora por todo, a la débil, porque nadie va a defenderla.

—Thomas Grayson es un hombre de negocios —justifica—. Era una pieza clave de mi próximo proyecto.

Esa respuesta cala hondo en mí—: Vale, defiendelo, defiende a ese violento, no me importa, cree lo que quieras. Estoy cansada de dejar que los demás me pisoteen; allá tú si te dejas llevar por el dinero en vez de lo que yo represento.

—¿Tienes en cuenta lo importante que eran esos negocios?

—¿Puedes dejar de pensar en el dinero?

—Me dijo que eras una aprovechada, que le habías quitado un montón de dinero ¿Eso es cierto?

Su pregunta me ofende, y se lo hago saber haciendo una mueca—: Creo que te he demostrado ser lo contrario. Nunca voy a aprovecharme de nadie, nunca voy a hacer dinero a costa de alguien más. Eso es ruin, de lo peor.

La Chica de la ventana hacia las estrellasWhere stories live. Discover now