capitulo veintisiete

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CAPÍTULO VEINTISIETE

 Durante un instante nadie hizo ningún movimiento.

  Con la zona iluminada por focos y linternas, reconocí por fin dónde estábamos. Lo había visto una vez, en el ordenador de Clancy. Era el punto por donde, hacía unos días, los rastreadores habían intentado superar las alambradas que rodeaban el perímetro del campamento y donde después Hayes se había «ocupado» de ellos. De un modo similar, imaginé, a como ahora pretendía ocuparse de nosotros.

  Los chicos que nos cortaban el paso estaban en el punto donde la alambrada marcaba los límites de East River. Clancy ocupaba un lugar en el centro del grupo, infinitamente más sereno que hacía escasas horas.

  —Creo que tenemos que hablar —dijo Clancy, en un tono de voz agradable—. Me da la impresión de que estaba a punto de ocurrir algo muy peligroso.

  —Nos vamos —dijo Liam, sin apenas poder contener la rabia—. Y no queremos problemas.

  —No podéis iros así como así. —Hayes se adelantó al grupo, plantándose al lado de Clancy como un cañón a la espera de que lo apunten hacia el blanco—. Aquí tenemos un sistema y vosotros todavía no os habéis ganado el sustento.

  Las palabras acababan de salir de su boca cuando oímos voces y pasos que aplastaban la maleza seca de un sendero más ancho, justo detrás de donde estaba situado el grupo. Olivia fue la primera en aparecer, seguida por Mike y otros cuatro chicos con los que había estado trabajando Liam durante el último mes. Reaccionaron igual que nosotros: protegiéndose primero de aquella enorme cantidad de luz, deteniéndose luego en seco, pasmados.

  —¿Qué pasa? —preguntó Olivia, abriéndose paso entre la fila de chicos de negro hasta llegar delante de Clancy—. ¿Por qué no me habéis avisado por radio?

  —Hayes y yo tenemos la situación controlada. —Clancy se cruzó de brazos—. Regresad a vuestros puestos.

  —No hasta que me cuentes qué está pasando… —Se volvió hacia nosotros y vio entonces las mochilas—. ¿Os vais?

  —Lee —dijo Mike, atando también cabos—. ¿Pero qué haces?

  —Por lo visto, Liam Stewart está protagonizando otra fuga —dijo Clancy—, o al menos esa era su intención. Por lo que parece, tendrá tanto éxito como la última.

  —Vete a la mierda —dije yo, cortándolo.

  Agarré a Liam por el brazo antes de que arremetiera contra Clancy. Temblaba de rabia, pero nos superaban en número. ¿Acaso no lo veía?

  —Ruby —dijo Clancy muy despacio, con la familiaridad de un chico que se tenía por mi amigo—. Vamos, ¿no podríamos como mínimo hablar las cosas?

  «Sí», me susurró una voz al oído. «¿No sería eso mejor?». La rabia que me abrasaba el pecho empezó a apaciguarse, lentamente primero, luego de forma extraña y precipitada. Solté el brazo de Liam. De repente, me parecía que era la mejor opción… la única opción. Estaba muy enfadada y tenía mucho miedo, pero no podía olvidar que era Clancy.

  Era Clancy.

  Di un paso al frente, acercándome a su sonrisa. Podía… podía perdonarlo, ¿verdad? Sería fácil. Todo con Clancy era mucho más fácil. Mis pies avanzaban solos, como si supieran exactamente dónde tenía que ir yo. Dónde se suponía que tenía que ir.

  Pero Liam no me dejó, y Chubs tampoco estaba dispuesto a permitírmelo. Chubs me tiró de la mochila. En el momento en que Liam se plantó delante de mí, perdí a Clancy de vista y olvidé de repente por qué me parecía tan importante acercarme a él, permitirle que me devolviera al campamento.

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