Enfermera Mills

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I

"¿Qué tal la fiesta, amor?" preguntó Emma, mientras enjabonaba tiernamente la espalda de Regina.

Evidentemente, la reina había aceptado la autoinvitación de Emma a su cuarto de baño y la pareja se había sumergido en una bañera de agua caliente para destensar el cuerpo.

"Ha sido genial, Henry estaba muy contento" contestó Regina.

"Y tú también, te he visto socializar con los Charming" la picó la rubia.

"Debo admitir que no están tan mal" confesó la alcaldesa y, rápidamente, se giró para quedar cara a cara con Emma. "Pero como les digas que te lo he dicho lo negaré"

Emma estalló en una carcajada y, estando frente a frente con su morena, se sentó en su falda y rodeó su cintura con sus piernas. Regina pasó sus brazos alrededor del cuello de Emma y le sonrió mirándola a los ojos, esas pupilas verdes brillantes la trasladaban a otro mundo completamente. A uno en el que no había problemas, a uno en el que ellas dos eran lo único importante, a uno en el que quería quedarse a vivir para toda la eternidad.

"No me mires así" soltó entonces Emma, sin apartar la mirada de los ojos color caramelo de la alcaldesa.

"¿Mirarte cómo?" preguntó intrigada Regina.

"Como si yo fuera lo más importante de tu mundo, como si fuera la cosa más bonita que has visto nunca..." musitó algo avergonzada.

"Bueno, es que lo eres" confesó Regina, acariciando la nuca de Emma con su mano, aprovechando que tenía sus brazos recolzados en su cuello.

"No es cierto, no digas eso"

"¿Por qué no?" volvió a cuestionar la morena, mirando aún más profundamente a los ojos a Emma, esta vez a propósito.

Regina sabía que Emma nunca se había sentido querida, que durante toda su vida había estado sola y nadie la había puesto por delante. Había carecido durante 28 años de su vida de familia y amigos, de gente que se preocupara por ella, de gente que la quisiera, pero ahora la tenía a ella. Regina se comía a Emma con la mirada porque quería que la rubia sintiera todo aquello que le había faltado durante tanto tiempo y que, además, había sido culpa suya y de su estúpida maldición que solo le trajo desgracias, soledad y un vacío en el corazón. Quería que Emma la mirara a los ojos y se sintiera amada, que sintiera que no era una niña más en una casa de acogida, sino que, esta vez, la escogían a ella, la querían a ella y luchaban por ella. Eso quería transmitirle y lo estaba consiguiendo exitosamente. Regina sentía paz cada vez que miraba a la rubia, se sentía protegida, eso era lo que Emma le brindaba, tranquilidad, seguridad, amor, y quería devolvérselo.

"Por que me pones nerviosa" confesó la rubia desviando la mirada.

"De verdad" exclamó Regina con una risa. "¿A estas alturas del partido todavía te pongo nerviosa?"

"No creo que dejes de hacerlo nunca" manifestó la sheriff. "Ahora mismo, con mis piernas alrededor de tu desnuda cintura, me siento la mujer más afortunada de la Tierra, pero, del mismo modo, mi estómago parece que va a explotar"

"¿Y eso es bueno?" preguntó coqueta, acercando más su cuerpo al de la rubia y posando su frente contra la de su pareja.

"Es muy bueno" contestó Emma, alargando la palabra muy para darle énfasis.

Ambas mujeres se fundieron, a continuación, en un apasionado beso. El contacto comenzó dulce y cuidadoso, como la mayoría de sus besos, pero rápidamente escaló a un roce más entusiasta y ardiente, hasta que, para variar, Emma no pudo aguantar las ganas de invadir la boca de la reina. Deslizó su lengua entre los dientes de Regina y la morena entreabrió los labios para darle paso. Sus lenguas bailaron al son de los chasquidos que sus bocas provocaban al compenetrarse de esa coordinada forma y el movimiento bajo el agua comenzó a ocasionar que esta salpicara fuera de la bañera.

Swan-Mills: El despertar [SwanQueen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora