Con tan solo un beso

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I

Llegaron a la mansión de Regina rápidamente y ambas bajaron del coche. Emma acompañó a la morena hasta el porche y, cuando esta abrió la puerta de su casa, dispuesta a entrar y dejar a Emma fuera, la rubia intervino.

"¿Robin no llega hasta las 3pm, verdad?"

Regina se giró lentamente, para quedar cara a cara con Emma, y comprobó la hora en su reloj. Solo eran las 13:30.

"Hm" contestó sin más.

"¿Puedo pasar entonces?" no era una pregunta era una súplica, una muy desesperada.

Regina no contestó, se limitó a entrar al hall de su mansión, dejando la puerta abierta detrás de ella. Emma lo entendió como un permiso para seguirla y accedió a la casa que poco tiempo atrás había sido su hogar. El lugar en el que había aprendido a conocer a Regina, el lugar en el que había pasado inolvidables momentos tanto con ella como con Henry, el lugar en el que la había ayudado a controlar su magia, a dominar sus emociones, su casa.

Entrar en esa estancia la hacía recordar cada uno de los momentos con ella y su hijo en familia. Recordaba acurrucarse con ella en el sofá y ver películas, acostar juntas a Henry, desayunar en la cama y mancharse toda la cara de sirope de chocolate, hacer a Regina llorar de cosquillas, jugar a los videojuegos con Henry y cabrearse cuando él la ganaba... eran demasiados recuerdos que se habían tornado en nada. Esa casa ya no albergaba la alegría que hospedaba cuando ella vivía allí, cuando era feliz con el amor de su vida, cuando cuidaban de su niño de 11 años, que ahora estaba a pocos días de convertirse en un adolescente.

Regina caminaba por la estancia mientras Emma se sumergía en sus pensamientos, pero se paró frente a la mesa del salón. Había una hoja de papel blanca, con un mensaje firmado por su marido. Miró a la rubia de reojo y luego sujetó el papel, sus manos temblando. Emma la miró e interrumpió su lectura.

"¿Es de Robin?"

"Sí" musitó la alcaldesa sin dejar de mirar esa hoja. "Dice que no volverá hasta mañana... tiene unos asuntos que resolver con Mr. Gold, signifique lo que signifique eso..." explicó.

La rubia sonrió de medio lado inconscientemente, dichoso cocodrilo... no rompe jamás un trato. Dijo que sacaría a Robin del camino y lo ha hecho, pero no era indefinidamente. Gold acababa de desatar la cuenta atrás y su tiempo corría, tenía que despertar a Regina antes del día siguiente.

"¿Eso es bueno? Que no esté digo..." preguntó Emma.

"No debería. No debería alegrarme que mi marido no vuelva hasta mañana pero..." por fin levantó la mirada del folio y observó a Emma. "Estoy muy aliviada" confesó.

"Es normal, Regina" la rubia se acercó a ella, pero quedó a una distancia prudencial de la frágil alcaldesa. "¿Quieres hablar?"

"No" contestó con voz temblorosa y lágrimas amontonándose en sus ojos.

"¿Quieres estar sola?" cambió de pregunta la sheriff.

"No" respondió de nuevo, ya con la voz rota y, totalmente por sorpresa, estalló en una llanto desconsolado.

Emma suspiró entre aliviada y preocupada. La tranquilizaba ver que Regina confiaba en ella para confesarle sus miedos y que se sintiera aliviada de no ver a Robin hasta el día siguiente era una señal de que aún había salvación para ella, de que no estaba totalmente maldita y de que, aunque no lo expresara con palabras, deseaba salir de ese matrimonio del infierno. Por otra parte, evidentemente le entristecía ver a su novia llorar desolada, por lo que no dudó en tratarla como trataría a su Regina. Dio un paso al frente y la rodeó con los brazos, la estrechó entre ellos y sintió a la morena derrumbarse. Su cuerpo se relajó y prácticamente dejó de hacer fuerza para sujetarla, si se mantenía en pie ahora era gracias a Emma.

Swan-Mills: El despertar [SwanQueen]Where stories live. Discover now