—Por eso ella quería que mataras a uno de nosotros, y como mi vida estaba perdonada sugirió que fuera este —agregó Engel.

Entrecerré mis ojos hacia él. Repitió básicamente lo que dedució el otro.

—Creo que tienes complejo de grabadora, ¿no? —le dijo Tiago a Engel—. Sé que tengo un acento diferente al de ustedes, pero no necesito traducción.

Ignoré al par de niños que comenzaron a discutir y me puse de pie. Todo lo que habían dicho me recordó a alguna de las cartas que había recibido.

—Alguien me envió la invitación al evento, dijo que era para todo el pueblo, pero no era así. Nos guardó la mesa y dijo que sabría la razón por la que estaba en medio del salón...

Busqué entre todos los papeles hasta dar con la indicada.

Las guerras son individuales, hay personas que parecen estar de tu lado, pero realmente están en tu contra. No te asustes, de igual forma hay en viceversa.

Me giré hacia los chicos con una pequeña sonrisa en los labios.

—Ahora todo tiene sentido.

•••

—¿No piensas desayunar? —cuestionó Tiago desde la puerta de la habitación.

Giré la cabeza por varios segundos antes de volver la vista hacia la pizarra que tenía enfrente. Hace varios días, después del evento de la casita, Tiago me hizo un "tablero de detective". Allí estaban las cartas ubicadas por orden, algunas fotos de los lugares en lo que había despertado, donde encontramos a Max y los fragmentos de canciones junto a las víctimas.

—Creí que te había quedado claro que no desayuno.

—Eso quiere decir que has estado botando cada comida que te he traído. ¿Sabes cuánto me ha costado hacerte de comer? —Se hizo el ofendido.

—No creo que vayas a quedarte pobre por eso.

—Me costó aguantar calor pegado a una estufa,  por días, solo para que tú te limpies el culo con mi gota de humanidad.

Me di la vuelta. Él estaba a varios pasos de mí, mirándome con una ceja arqueada y una sonrisita burlona en los labios.

—Nadie te manda a querer ser Tiago el bueno.

Chasqueó la lengua y me señaló con un dedo.

—Tiago el cocinero —corrigió—, porque bueno ya estoy.

Rodé los ojos y le pasé por el lado para buscar unas alfileres. Estaba muy concentrada en mi "investigación".

—Como tú digas.

—Bien. Ahora quiero toda la historia.

Cuando volví a girarme él ya estaba sentado en la cama, expectante de información que yo pudiese suministrarle.

Me crucé de brazos mientras lo miraba  severamente.

—Hagamos un trueque.

Tiago esbozó una sonrisita e hizo ademán de querer quitarse la camiseta.

—No ese tipo de trueque —me apresuré a decir.

No me molestaba deleitar mis ojos con su abdomen. Pero en ese momento mi mente estaba muy enfocada en seguir juntando pistas.

¿En qué te beneficia contarle algo relevante de tu vida?

Lo que pediré a cambio.

El misterio que me persigue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora