Doce

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Pues aquí estoy de vueltaaaaaaaaaaaaaaa!!!!
Que disfrutéis flores bellas!
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La cocina parecía impoluta. Todo recogido. Todo limpio y ni un solo cacharro por medio. Era bastante grande e incluso tenía una isla central en la que había colocado dos papeles, uno de un tamaño mas grande que otro.

Los observé tras dejar las bolsas en el suelo de mala manera, ya me preocuparía por ellas después y observé que uno de ellos era el listado con las claves, en realidad solo había cinco; cancela exterior, puerta principal, despacho, antesala de estudio y su habitación.

Espera un momento, ¿Tenía acceso a su habitación?

Eso me dio un subidón de morbo bestial y después me sentí imbécil por ello.

Para el resto de la casa o bien permanecía abierta o el caballero negro no me iba a dejar ni oler la televisión.

De momento no tenía vetado el frigorífico, al menos ya era un comienzo.

El otro papel eran instrucciones precisas de como servir la cena, pero cuando digo precisas es literalmente un manual para lerdos.

«Servir el zumo de clementinas y mango en un vaso de cristal. Acompañar una copa de vino Chateâu bellegrave. Calentar las judías cuarenta y ocho segundos en modalidad media al microondas y verter inmediatamente el queso parmigiano reggiano por encima. Cortar el queso brie y el fuet en rodajas y servir en un plato de cerámica. Cortar un trozo de bizcocho de limón, espolvorear azúcar glass y miel y servir todo en la bandeja de cristal. Adjuntar cubiertos, servilleta de algodón y pan del día horneado y cortado.

¿Y no podía limitarse a pedir una pizza? Joder con el tiquismiquis del artista...

Tardé por lo menos media hora en tenerlo preparado todo y eso que no tenía que cocinar nada, pero probablemente habría tardado menos si no estuviera todo tan escondido en aquella enorme cocina.

Hice malabarismos para llegar al salón sin que una sola gota de vino se derramara y en cuanto aparecí vi como Mr. Le Noir dejaba el móvil a un lado y se erguía sobre la mesa.

—Es tu primer día, pero mañana no toleraré un minuto de retraso después de las siete. Espero que te quede claro y te organices para realizar todas tus tareas previa o posteriormente a dicha hora.

—Así será —capullo—. ¿Necesita algo más? —pregunté rogando que me dejase libre para darme una ducha.

—Por ahora no, si es así recibirá un email.

¿Qué le pasa a este con los emails?, ¿Es que no sabe llamar?

—Estaré en mi habitación —En realidad no sé porque lo había dicho, pero como ni siquiera me miraba, supuse que su conversación conmigo había finalizado y dejándole completamente solo en aquella mesa para ocho comensales pero en la que solo estaba él, me largué de allí echando humo.

¿Qué esperaba?, ¿Una invitación a comer junto a él?

Pues va a ser que no, quizá no era la chacha que limpiaba la casa pero me pagaba por servirle, así que venía a ser lo mismo.

Me hice un par de sándwich para calmar a mi estómago, después de pasarme días comiendo pasta y cereales, aquello era un manjar, así que recogí las bolsas y me dirigí hacia el exterior, rodeando la piscina que permanecía con las luces encendidas y que invitaba muy mucho a meterse dentro.

Ni siquiera había traído bañador ahora que lo pensaba, pero ¿Quien lo necesita con una piscina de lujo?

Me acerqué a la estructura de madera que había al otro lado de la casa y vi que al lado de la puerta había una especie de telefonillo con números, ya lo había visto en la entrada de la casa pero pensaba que era la alarma, ahora sabía que era una puerta automática.

PaRaDigMa. El Arte de Seducir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora