Ocho

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—Mejor deséame suerte y que no me eche en dos días o peor aún, que sobreviva el mes completo para cobrar la pasta

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—Mejor deséame suerte y que no me eche en dos días o peor aún, que sobreviva el mes completo para cobrar la pasta.

A fin de cuentas esa era la razón por la que me había presentado en su casa, por la que estaba dispuesta a hacer de asistente por más que había odiado esa palabra desde que Amazon sacó el apatejo del demonio a la venta.

—Tendrá sus rarezas, pero seguro que lo calas en dos días y sabrás llevarle a tu terreno, a ti no hay nadie que se te resista cariño, solo te hace falta creértelo —dijo guiñándome un ojo.

Ya, eso había dicho siempre y mira donde estaba, hundida en la mierda y aceptando trabajar de niñera para un excéntrico.

—Hablamos por el chat —dije dandole un abrazo.

—Llámame para cualquier cosa que necesites, sabes que para ti, siempre estoy disponible —dijo abrazándome con fuerza y después me dio un manotazo en el culo antes de perderme tras la verja arrastrando mi maleta.

La señora Rodríguez volvió a abrirme la puerta y esta vez parecía sorprendida de que hubiera regresado tan pronto con la maleta.

—Es que tengo muchas ganas de empezar —mencioné encogiéndome de hombros, pero ella no dijo nada, parecía bastante reservada.

Podía imaginar por sus rasgos de piel bronceada que era latina, incluso lo poco que había dicho me hacía pensar que tenía un acento extranjero, aunque no me hubiera dado tiempo a definir de qué lugar exactamente.

Me da a mi que es poco habladora, lo mismo es que al caballero negro no le mola que la servidumbre hable mucho.

—¿Hace mucho que sirve en esta casa? —pregunté mientras la seguía.

—Dos años —contestó escuetamente.

—Por lo menos las amas de casa le duran más que los asistentes... —admití en voz baja.

—No soy ama de llaves, soy la cocinera del señor Le Noir y no vivo en esta casa, tampoco vengo los fines de semana. A partir de ahora si llaman a la puerta, deberás abrir y también encargarte del teléfono, las averías y coordinar a los empleados que vienen de forma puntual a la casa.

Genial, ahora seré asistenta y ama de llaves, todo el pack.

Siete mil euros Alexa, son siete mil putos euros por treinta días. ¿También me tocaría plancharle las camisas?

—Perfecto —dije como si eso no me hubiera desalentado.

La señora Rodríguez me señaló la puerta de la que sería mi habitación para indicar que pasara y tras hacerlo lo hizo ella.

Era grande, ¡Joder era como mi apartamento de Madrid entero!

—El señor ha decidido en esta ocasión que se instale al lado de su habitación, esta estancia nunca suele estar ocupada, los asistentes se alojan al final del pasillo, pero ha decidido tenerla cerca de él por alguna razón desconocida —soltó provocando que capturase mi atención.

PaRaDigMa. El Arte de Seducir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora