Capítulo 2: La locura de los hermanos Lowell.

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Descansar era lo único que quería, pero fue lo que menos hice

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Descansar era lo único que quería, pero fue lo que menos hice.

No pude dormir mucho. No podía pasar tiempo en la cama. Era como si fuera un títere y alguien estuviera tirando de mis cuerdas. Una y otra vez, repetía el proceso, caminaba por mi habitación haciendo cosas sin sentido o bajaba a la cocina para tomar agua.

Siempre terminaba frente a la ventana, espiando la casa de la señora Jones.

Sin dormir como corresponde y con los síntomas de una gripe, mi día escolar es una mierda. No estoy dispuesta a soportar los malditos problemas de física, así que me dirijo a la oficina del director.

La secretaria me sonríe apenas me ve entrar e intento con todas mis fuerzas devolverle el gesto, pero no logro levantar mis comisuras que ya suelto un estornudo. Ella hace una mueca y continúa tecleando en la computadora al mismo tiempo que lee unos documentos que tiene en su escritorio.

No me molesto en llamar, solo me adentro esperando que se encuentre solo y en efecto, así está.

Vuelvo a estornudar.

— No te ves muy bien.

Cierro la puerta a mis espaldas y procedo a sentarme en la silla que está frente a su escritorio.

Mi padre se quita sus gafas de leer.

— Bueno, tampoco me siento así —siento una molesta humedad en mis fosas nasales— ¿Tienes pañuelos? Dime que sí. No quiero caminar hasta la enfermería —hago una mueca.

Abre uno de los cajones y saca un paquete de pañuelos previamente abierto. Estiro mi mano y saco uno rápidamente para sonarme la nariz.

— Creo que cogí un resfriado.

Hago bolita el papel y lo arrojo en el basurero que está en una esquina de la oficina. Sonrío al encestar.

— ¿Crees? —repite mi padre, sarcástico.

Siento que la cabeza me arde. Ahora posiblemente estoy teniendo fiebre.

— Odio a mi sistema inmunológico —declaro divirtiendo a mi padre— Me voy a ir.

— ¿A qué clase vas a faltar?

Aquella pregunta me detiene. Hago un gesto de desinterés.

— Solo a física —contesto.

Papá sonríe por unos segundos y luego vuelve a estar serio.

— ¿Estás segura de que no estás fingiendo para faltar? —ladea la cabeza, desconfiado.

— ¿De verdad crees que sería capaz de fingir una gripe para faltar a física? —pretendo estar indignada ante la acusación.

La realidad es que, en efecto, soy muy capaz de fingir una gripe para no asistir a física, matemáticas y todo lo que esté relacionado con los números. No son mi fuerte.

Hasta que comience a arder [EN PAUSA]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang