Capítulo 16

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 Siguiendo un impulso desconocido Sungmin se presentó en el bufete de Kyu. Había ido en contadas ocasiones por cuestiones personales o legales, pero conocía el despacho.

Estaba situado en una antigua y majestuosa finca de la ciudad. Como era de esperar, la puerta principal daba paso a un vestíbulo también majestuoso donde había una zona de recepción, con varias plantas frondosas en maceteros de cobre, unas mesas antiguas y unas butacas mullidas de color discreto que la luz se encargaba de realzar.

Los despachos preservaban la intimidad de los clientes tras unas gruesas puertas antiguas restauradas con primor, y unas alfombras desgastadas por los años contrastaban con el tono intenso de las anchas lamas del parquet.

Sabía que a Kyu le gustaba la mezcla de estilos: la solera con la calidez desenfadada.

Sungmin abandonó el calor sofocante del exterior y entró en el vestíbulo. Annie, con quien había coincidido en la escuela, se encargaba de la recepción y manejaba el ordenador.

La muchacha se volvió y cambió su sonrisa profesional por otra más amistosa.

—¡Sungmin, hola! ¿Qué tal? No te había visto desde hacía meses.

—Me tienen encadenado al horno. Oye, te has cortado el pelo. Me encanta.— Annie sacudió la cabeza.

—¿Atrevido?

—Y muy llamativo.

—Lo mejor de todo es que por la mañana solo tardo dos minutos en arreglarme.

—¿Cómo te van las cosas?

—Muy bien. Un día de estos tendríamos que salir a tomar algo y ponernos al día.

—Me encantaría. He traído un paquete para Kyu. —Sungmin dejó encima de la mesa la caja de cartón que había traído.

—Si se parece al pastel que hiciste para Dara, tengo que decirte que engordé más de dos kilos solo de mirarlo. Kyu está reunido con un cliente. Puedo...

—No le interrumpas —dijo Sungmin—. Ya le darás tú el paquete.

—No sé si soy de fiar.

Sungmin soltó una carcajada y le confió la caja.

—Hay bastante para los dos. Tenía que venir a la ciudad y he pensado que podía traer estos pastelitos antes de que...

—Espera un momento —lo cortó Annie al oír que sonaba el teléfono—. Buenos días, Cho y Asociados.

Mientras Annie atendía la llamada, Sungmin paseó por recepción y se detuvo frente a los cuadros de las paredes. Sabía que eran pinturas originales de artistas locales. Los Cho siempre habían sido mecenas de las artes y tenían intereses muy diversos en el condado.

Nunca se había detenido a pensar en los inicios del bufete. Recordaba que Kyu lo inauguró tras la muerte de sus padres, poco antes de que ellos crearan Votos. Debían de figurar entre los primeros clientes.

En esa época el trabajaba en Los Sauces para mantener a flote su economía mientras Votos se estrenaba con sus primeras celebraciones. Había estado demasiado ocupado, y cansado también, para cuestionarse cómo debía de estar conjugando Kyu su bufete en ciernes con la gestión de las propiedades de sus padres y la constitución legal de Votos como empresa y como asociación.

Entre tantos planes, obligaciones, experiencias piloto y trabajos a media jornada para llenar las arcas, todos llevaban una vida de locos. Sin embargo, Kyu nunca había dado la impresión de andar desbordado.

Supuso que cabía atribuirlo a la serenidad de los Cho, así como a la seguridad en apariencia innata de aquella familia, que conseguía que fructificara cualquier cosa que se propusiera.

Sabor de amorWhere stories live. Discover now