Capítulo 6

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 Siempre podía obtenerse información. En opinión de Heechul, la información no solo era poder, sino también el arma que garantizaba la eficacia, y en su mundo esa palabra lo gobernaba todo. Para actuar bien, y de manera eficaz, era preciso especificar y enumerar los hechos.

Además, siempre que fuera posible, había que combinar varias tareas a la vez.

El primer punto del orden del día, a unas escasas veinticuatro horas del secuestro de los zapatos, era conseguir que Kyu lo acompañara en coche. No le había costado arreglarlo, sobre todo porque había decidido que el mecánico de su hermano le hiciera la puesta a punto del coche. Kim Hangeng podía mostrarse brusco y darse aires chulescos, pero en su trabajo era muy bueno, y eso tenía su importancia. Otro punto a su favor era su amistad con Kyu.

Tenían el fin de semana lleno de celebraciones, empezando con un ensayo esa misma tarde, y no estaría mintiendo si le pedía a Kyu que lo acompañara en coche alegando que a ninguno de sus socios le daba tiempo.

Que hubiera podido llamar a un puñado de personas o a un taxi, para empezar, no era relevante, pensó mientras se retocaba los labios con el humectante. El favor que le pedía activaría en él el papel de hermano mayor, que le encantaba, y a el le daría la oportunidad de sonsacarle información, porque Sungmin se había cerrado en banda.

Comprobó el contenido del bolso y repasó la agenda en su BlackBerry.

Hablar con Kyu. Recoger el coche. Reunirse con unos clientes para almorzar, ir a la tintorería y al mercado, y regresar antes de las cuatro y media para preparar el ensayo. En sendas entradas secundarias había anotado los puntos a tratar en la reunión, lo que tenía que recoger de la tintorería y la lista de la compra.

Se volvió frente al espejo. Los clientes eran importantes y, como habían reservado mesa en el club de campo, era vital dar la imagen adecuada.

El traje veraniego con saco azul y flores de colores era el contrapunto perfecto, entre desenfadado y profesional. Las joyas, discretas, aunque los ojos de lince de la madre de la clienta sabrían reconocer su valor y con eso podría anotarse un tanto. Se había dejado el pelo suelto para variar... como quien va a una comida de chicos para estar entre amigos. Evitó lo llamativo, lo espectacular. El joven que planificaba una boda bajo ninguna circunstancia tenía que ensombrecer a la novia. Satisfecho, tomó un suéter fino de color blanco para resguardarse del aire acondicionado si los clientes elegían comer dentro del club.

Todavía faltaban diez minutos para que llegara su hermano, pero Heechul bajó a la planta baja. La casa que tanto amaba estaba silenciosa y parecía enorme en plena mañana sin la presencia de clientes ni de celebraciones programadas que le exigieran tiempo y atención. Los imponentes arreglos y los detalles florales de Emma perfumaban el ambiente, y las fotos de Wook se alternaban con las pinturas de la casa.

Sin embargo, Heechul había cambiado pocas cosas de la estancia; se había limitado a trasladar los objetos personales a sus habitaciones o a las de Sungmin. La mansión seguía siendo un hogar, un lugar feliz que había sido testigo de centenares de celebraciones... y de peleas, pensó mientras recolocaba un cuenco. Risas, lágrimas, dramas y locuras.

Que el recordase, en esa casa jamás se había sentido solo, ni le habían entrado ganas de marcharse.

Consultó el reloj, calculó el tiempo de que disponía y decidió ir a ver a Sungmin. Lo encontró frente a la encimera de su cocina trabajando un círculo de fondant.

Seis bases de pastel se enfriaban sobre unas rejillas. Heechul se dio cuenta de que su amigo había elegido un programa de entrevistas en lugar de poner música, y por eso sospechó que buscaba distraerse.

Sabor de amorWhere stories live. Discover now