Capítulo 4

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 Sungmin intentó no darle muchas vueltas al asunto. La apretadísima agenda de bodas de ese verano le ayudaba a no pensar en lo que había hecho, al menos durante cuatro minutos de cada cinco. Claro que su trabajo era tan solitario que tenía todo el tiempo del mundo para reflexionar y preguntarse por qué había cometido aquella increíble estupidez.

Kyu se lo había merecido, sin duda. Se veía venir desde hacía tiempo. Pero si lo analizaba con detalle, ¿a quién si no a sí mismo castigaba con aquel beso?

Porque ya no se trataba de teorías ni conjeturas. Ahora sabía cómo era, cómo se sentía el si se abandonaba, aunque fuera un minuto, en los brazos de Kyu. Nunca más podría convencerse de que besarlo en la vida real no estaría a la altura de sus sueños.

Se lo había buscado, y ahora tenía su merecido.

Si Kyu no le hubiera hecho perder los papeles, pensó mientras corría de un lado para otro con los preparativos durante el breve intervalo entre las dos bodas de aquel sábado. Si Kyu no hubiera sido tan estúpidamente Kyu, con sus «¿Y por qué no lo haces así?», «¿Y por qué no comes como es debido?», y luego hubiera echado mano de su cartera grande y abultada como si...

¡Qué injusto había sido! Había provocado a Kyu y le había clavado el aguijón.

Había demostrado que andaba buscando pelea.

Sungmin colocó la última pieza en el piso superior de un pastel precioso, blanco y dorado, al que había puesto el nombre de Sueños de Oro. Era una de sus creaciones más extravagantes debido a la textura de seda de la capa exterior y a las escarapelas que llevaba en los lados.

Mientras decoraba la base con ellas y esparcía otras más sobre un reluciente mantel dorado, pensó que la tarta no encajaba con el. Quizá porque no era fantasiosa y tampoco demasiado extravagante.

Era pragmática, decidió. Un joven inmerso en la realidad. Ni un romántico como Donghae, ni un alma libre como Wook u optimista como Heechul.

En el fondo, su trabajo consistía en poner en práctica varias fórmulas. Podía experimentar cambiando las cantidades y los ingredientes, pero al final había que aceptar que determinados elementos no combinaban entre sí. Cuando se insistía en mezclar lo que era incompatible, solo se conseguía una bazofia incomible, y solo cabía reconocerlo y pasar a otra cosa.

—Fabuloso. —Echando un vistazo aprobatorio al pastel, Donghae se deshizo del cesto que llevaba en el brazo—. Traigo las velas y las flores para las mesas. — Consultó su reloj de pulsera y dejó escapar un suspiro—. Seguimos el horario previsto. Todas las salas están decoradas, y los exteriores también. Wook está a punto de terminar la sesión de fotos previa a la ceremonia.

Sungmin se volvió para contemplar el salón de baile y se sorprendió del cambio que había sufrido mientras el había estado divagando. Más flores, más velas listas para ser encendidas y mesas por todas partes vestidas con el oro deslumbrante y el azul veraniego que la novia había elegido.

—¿Y el salón principal?

—Los del catering todavía no han terminado, pero mi equipo sí. —Donghae arregló las candelas, las velitas bajas y las inflorescencias con sus hábiles manos de florista—. Hyuk está entreteniendo a los acompañantes del novio. Me gusta que arrime el hombro.

—Sí. ¿No lo encuentras raro?

—¿El qué?

—Lo de Hyuk y tú. ¿Nunca se te ha ocurrido pensar que es muy raro? Os conocéis desde hace años, habéis sido amigos, y de repente dais un giro de ciento ochenta grados...

Sabor de amorWhere stories live. Discover now