Capítulo 8

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 Salir con Kyuhyun como novios en lugar de amigos resultaba extraño y curioso a la vez. Sungmin descubrió que era cómodo en muchos sentidos, y positivo. Ninguno de los dos estaba obligado a escuchar la vida del otro, porque ambos conocían ya sus historias personales.

No habían probado todo el pastel, pensó el joven, pero varios pisos, sí. Sería más divertido ir descubriendo el relleno.

Sabía que Kyu había colaborado en la revista de derecho de Yale, y jugado a béisbol mientras era estudiante en la universidad. No ignoraba que el derecho y los deportes eran sus dos grandes pasiones. Sin embargo, desconocía que se hubiera planteado elegir entre ambas profesiones.

—No sabía que te hubieras planteado en serio convertirte en un profesional del béisbol. —Había que ver de cuántas cosas se enteraba uno, pensó Sungmin en su tercera cita.

—Por supuesto. Me lo tomé tan en serio que lo mantuve casi en secreto.

Paseaban por el parque lamiendo unos helados de cucurucho. Una luna de verano plateaba el estanque: el broche perfecto para una cena informal, según Sungmin.

—¿Cómo te decidiste? —le preguntó.

—No era lo bastante bueno jugando a béisbol.

—¿Por qué dices eso? Te vi jugar en la academia, y un par de veces cuando ibas a Yale. Luego te he visto jugar a softball. —Sungmin observó el perfil de Kyu mientras caminaban y frunció ligeramente el ceño—. Aunque no soy fanatico del béisbol, entiendo el juego, y sé que lo tenías muy por la mano.

—Claro, y además era bueno, pero eso no bastaba. Quizá habría llegado a ser muy bueno si hubiera echado toda la carne en el asador. Hablé con unos ojeadores de la cantera de los Yankees.

—¡No fastidies! —exclamó Sungmin dándole un empujón—. ¿De verdad? No lo sabía. ¿Los Yankees intentaron ficharte? ¿Por qué no me enteré?

—No se lo dije a nadie. Tuve que tomar una decisión. Podía ser un abogado excelente o un jugador de béisbol del montón.

Sungmin recordó que había visto jugar a Kyu desde... siempre. Le vino a la mente su imagen de niño disputando la liguilla.

Dios, qué atractivo era.

—Te encantaba el béisbol.

—Y todavía me gusta mucho, pero me di cuenta de que no me apasionaba lo suficiente para implicarme a fondo y abandonar todo lo demás. Es decir, no era lo bastante bueno.

Sungmin lo comprendió; sí, lo comprendió perfectamente. Se preguntó si el habría sido capaz de hacer una elección tan sensata y racional y abandonar algo que amaba y deseaba.

—¿Lo has lamentado alguna vez?

—Cada verano, pero me dura unos cinco minutos. —Kyu le pasó el brazo por los hombros—. Mira, cuando sea viejo y me siente en el balancín del porche, les contaré a mis biznietos que, de pequeño, los Yankees se fijaron en mí.

A Sungmin le chocó esa imagen, pero le arrancó una sonrisa.

—No te creerán.

—Claro que sí. Me querrán mucho, a mí y a los caramelos que siempre llevaré en el bolsillo para ellos. ¿Y tú? Cuéntame si hay algo de lo que te arrepientes.

—Me arrepiento de más cosas que tú.

—¿Por qué?

—Porque Heechul y tú siempre parecéis conocer vuestros deseos y cómo alcanzarlos. Veamos... —Sungmin mordió el cucurucho mientras reflexionaba—. Ya lo tengo. A veces me pregunto qué habría pasado si hubiera ido a vivir a Francia, si hubiera sido el propietario de una pastelería exclusiva... y vivido muchas historias de amor.

Sabor de amorWhere stories live. Discover now