capítulo 33. ☃︎ ❄︎

556 128 12
                                    

(se recomienda oír la canción conforme se lee el capítulo). ¡muchas gracias por tanto! ♡

A SeokJin le molestaba un poco caminar al lado de YoonGi, cogidos de la mano, porque él se paraba cada dos por tres a ver cosas poco interesantes y lo arrastraba donde iba

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

A SeokJin le molestaba un poco caminar al lado de YoonGi, cogidos de la mano, porque él se paraba cada dos por tres a ver cosas poco interesantes y lo arrastraba donde iba. Sin embargo, la calidez de su mano le reconfortaba y hacía soportable la situación. Torció el gesto cuando lo soltó para acariciar a un perro que pasaba por allí. El animal se restregó felizmente por sus piernas y le azotó el pantalón con la cola, que se movía frenética de un lado a otro.

Él bostezó. Afortunadamente, a su derecha, descubrió un puesto donde hacían algodones de azúcar. Le encantaba el algodón de azúcar. Supuso que no sería tan delicioso como el que su cocinero solía elaborar, pero aun así quiso comprar uno. Contempló detalladamente cómo lo hacía, asegurándose de que la chica del puesto no lo tocara con las manos o echara algo raro en su preciado algodón. Al parecer todo estaba en orden. Pagó y regresó al lado de Min.

Aquel algodón de azúcar estaba bastante bueno. Lo degustó y dejó que se deshiciera en su boca lentamente. Algo -o mejor dicho, alguien- interrumpió su aperitivo. Gi alzó sin miramientos una mano y le quitó un trozo de algodón. 

— ¿Se puede saber qué rayos haces? — SeokJin le miró, sorprendido.

— Coger un poco, ¿acaso es solo para ti? —él rió, tras metérselo en la boca.

¡Qué pregunta más tonta! Lo cierto era que sí. Era solo para él.

— Claro —suspiró— ¿Por qué no te compras tú otro?

— Este es muy grande, podemos compartirlo.

— ¿Compartir? —ladeó la cabeza—. Acabas de acariciar a un sucio perro.

— Sí, ¿y...?

— No te ofendas, pero no quiero que metas tus manos en mi comida.

YoonGi permaneció callado, observándolo fijamente. Al parecer hablaba en serio. Al principio pensó que se trataba de una de sus tantas bromas. Pero no era así.

— Ah, de acuerdo, lo siento—le dedicó una mueca desagradable—. ¡Cómetelo tú todo! ¡Ojalá te atragantes!

Kim negó con la cabeza y le tendió el
algodón de azúcar. YoonGi lo cogió con la mano, cada vez más confundido.

— ¿Lo compartes? ―le preguntó.

— No —Jin apretó los labios con asco—. Lo has tocado, así que ya no puedo comérselo. Gracias por estropearme la comida.

Y comenzó a caminar de nuevo calle abajo, esquivando a los niños que correteaban descontrolados por el interior del recinto.
Min siguió sus pasos, tras darle otro
bocado al algodón de azúcar, que ahora le pertenecía. Sonrió tontamente. Qué delicado era SeokJin.

— ¿Quieres que compremos otro? —le
preguntó, con ternura.

— No —él contempló el enorme algodón rosa—. Yo quería ese —añadió, señalándolo.

— Todos son iguales.

— Te equivocas, este era más redondeado que el resto. Lo he notado incluso antes de que la chica terminara de hacerlo.

— ¿Importa realmente que sea más o menos redondeado? —YoonGi rió.

— Por supuesto—él se cruzó de brazos—. A mayor redondez, mayor perfección. No sé cómo no conoces esa regla.

Min arqueó las cejas.

— ¿Porque no existe, quizá...?

El inglés respiró hondo. Tenía ganas de besarlo. No quería seguir discutiendo ni tampoco deseaba explicarle el funcionamiento de «la regla de la redondez y la perfección», porque dudaba que fuera a entenderla. Y a él no le gustaba perder su valioso tiempo en vano. Contempló los finos labios de YoonGi; ¿tenía permiso permanente para besarlo cuando le viniera en gana? Se sentía inseguro al respecto.

Después el algodón volvió a captar su atención, al ver que se lo seguía comiendo.

— De acuerdo, terminemos con este asunto — le dijo—. Hay que tirarlo a la basura. Si no lo puedo tener yo, tú tampoco.

— ¿Qué? Pero ¿cómo puedes ser tan egoísta? —protestó el otro.

— No es egoísmo, es justicia.

— ¿Tanto te molesta que me lo coma yo?

— Claro que sí.

Él bufó y siguió su camino, dándole otro mordisco a la enorme nube rosa; no estaba dispuesto a tirar la comida por una rabieta del chico. Jin insistió.

— He dicho que te deshagas de él.

— No.

—Lo haré yo, entonces.

SeokJin intentó arrebatarle el maldito algodón de azúcar y YoonGi se preguntó qué pensaría la gente de la feria que les miraba. Dos jóvenes discutiendo por su comida. Min no se iba a quedar atrás. Le mordió la mano, y Kim soltó el palo de madera, gritando dolorido, pero luego no tuvo miramientos cuando le clavó las uñas en el brazo.

— ¡SUÉLTALO! ―le exigió—. Además, lo he pagado yo, es mío.

— ¡Me lo has regalado! Así que ahora me pertenece —contestó Gi, en medio del forcejeo.

Una pareja de ancianos, acompañados por sus nietos, los miraban entretenidos por el espectáculo gratuito.

SeokJin logró arrebatarle el algodón rosa, y Min, sin rendirse y lleno de rabia, le hizo cosquillas. Él se retorció como loco. Había encontrado uno de sus puntos débiles. Desgraciadamente, a causa de las cosquillas, Jin dejó caer el algodón al suelo, marcando su final definitivo.

— ¡Para, para, Yoon, te lo ruego! —el más alto giró sobre sí mismo, intentando deshacerse de él.

— ¡Te lo mereces!

Jin logró cogerlo del brazo y, con un rápido movimiento, lo estampó contra la parte trasera de una caseta de metal donde hacían perritos calientes. YoonGi abrió mucho la boca, sorprendido. Se miraron agitados, respirando entrecortadamente tras la pelea. Los abuelos, al otro lado, les seguían mirando sonrientes, como si de algún modo pudieran entender su extraña relación, el enigmático modo en que se decían “Me gustas” sin palabras. SeokJin sonrió un poco, cuando recuperó el aliento.

— ¿Me das un beso?

Alzó la cabeza.

La voz de YoonGi le hizo estremecer. Dio un paso al frente y el más bajo le rodeó con los brazos, como si intentara abarcar todo su cuerpo con sus pequeñas manos. Jin se inclinó y lo besó despacio. Yoon cerró los ojos y se pegó a él todo lo que pudo, intentando que nada se interpusiera entre los dos. Kim sonrió. Le dio otro beso, y otro más... y se preguntó si era posible vivir solo a base de besos. A él le hubiera gustado que existiera esa posibilidad. YoonGi rió cuando los labios de él ascendieron lentamente por su rostro y rozaron su nariz delicadamente, luego sus párpados y las mejillas. Infinitos escalofríos se adueñaron de sus sentidos. Y después un beso fugaz, en los labios, antes de que el inglés apoyara su frente contra la del contrario y se quedara ahí, quieto, respirando nervioso y mirándolo fijamente. La frialdad de sus ojos se esfumó unos instantes.

﹆ bat kisses; jin ∙ su.Where stories live. Discover now