2. De vuelta a la realidad

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Charlotte Harrison


Los tacones resuenan en el piso de mármol perlado en mi trabajo. Corro apresurándome a llegar a mi lugar de trabajo en la pequeña oficina. Hace tiempo me ascendieron de puesto posicionándome como gerente general de piso de Diseño de Software. El diseño de software es el proceso por el que un agente crea una especificación de un artefacto de software, pensado para cumplir unos objetivos, utilizando un conjunto de componentes primitivos y sujeto a restricciones.​

Abro la puerta, la cierro, y después de colgar mi bolso y el saco negro en un perchero que tengo como adorno, tomo asiento en mi lugar. Respiro profundo, tomo el café que seguramente mi mejor amiga Nay me ha dejado y le doy un sorbito para no quemarme la lengua y los labios.

—¡Exijo detalles! —exclama Nay abriendo la puerta de mi oficina.

La ignoro con una sonrisa de oreja a oreja abriendo el ordenador portátil. Sé que no se dará por vencida, así como también sé que le diré todo. Nay es graciosa, dulce, alocada y todo lo que un novio o esposo detesta de la mejor amiga. Me encanta que Nay sea así porque sólo con ella y mi mejor amigo Izan me puedo desahogar. Nay es unos centímetros más alta que yo, de pelo negro y corto, caderas anchas y una cintura de infarto. Según ella, su único defecto es la nariz y los senos.

—Ya sabes... —comienzo encogiéndome de hombros —Vista a la playa, hotel cinco estrellas y...

—¡Qué envidia! —me interrumpe. Se sienta en la silla que tengo frente a mi escritorio y continua —. De verdad, necesito que el opera chichis me presente un cirujano.

Comienzo a carcajearme. Que le diga a mi esposo "opera chichis", me causa gracia.

—Nay, si le sigues diciendo así no lo hará —inquiero tecleando el ordenador respondiendo correos.

—No me importa —contesta recargando la espalda en el respaldo de la silla —. Ni un descuento me quiere hacer.

—Amiga, no necesitas operaciones ni cirugías —añado mirándola a sus ojos color café.

—¡Claro! Lo dice quien tiene de todo: senos, culatzo y pelatzo.

Vuelvo a reírme.

Nay y yo somos todo lo contrario en personalidad. Hubo un tiempo en el que fui su pequeño clon, pero ese tiempo ya pasó. Ahora estaba casada, sin hijos aún, pero a fin de cuentas casada.

—No creo que tenga un pelatzo, mira... —le señalo la melena negra hasta la cintura que se hace llamar mi pelo —. ¡Cabello reseco!

—Necesitamos con urgencia una salida de chicas e Izan, obvio —bromea.

Los tres nos conocimos en nuestro primer año universitario. Y después de siete años no nos hemos separado.

El edificio consta de quince pisos: Izan se encuentra en el décimo en su puesto de gerente general de mantenimiento de redes y equipos. Yo en el onceavo en Diseño de Software, y Nay en el último con los jefes.

—Prometo que saldremos —le digo.

Ellos aún no comprenden que ya no es lo mismo salirse como si nada. Digo, no es que tenga que pedir permiso, pero el respeto se gana y avisar no está de más.

—Llevas diciéndonos eso ¿Desde cuándo? Mmm, no sé ¡Un año! —acusa.

—Lo sé, pero ahora si será verdad —prosigo —. Además, la vida de casada es muy diferente a cuando éramos solamente novios.

Hace un mohín.

—Haré como que te creo.

Le sigo contando todo lo relacionado a nuestras vacaciones, y después de unos minutos se va a su oficina. Ella es la mano derecha del hijo del dueño: Dereck Osuna.

PERVERSOS 1° SeducciónWhere stories live. Discover now