24. Tarjetas amargas

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Charlotte Harrison

Joder, yo también...

Sus palabras retumban en mis oídos, me quedo en blanco, pero sigo disfrutando de los embates de su miembro a mi canal. Duros, bruscos y deliciosos.

Disfruto de su cuerpo a pesar de que solo yo me encuentro desnuda. Le desabotono la camisa blanca de vestir y comienzo a besarle el cuello aspirando el aroma de su perfume fresco. Muero y lamo hasta llegar a sus labios que me atrapan, olvidándome de todos mis pensamientos por un momento. Vuelve a penetrarme tomándome de los glúteos y apretándolos.

—Repítelo —me ordena entre jadeos.

—Que te quiero —vuelvo a decirlo sin importarme nada.

Me alza hacia arriba, tomando asiento en el sofá. Aún dentro de él me abalanzo sobre su miembro sintiendo la dureza del mismo cuando comienzo a dar saltitos sobre él. Me aferro a su cuello, lamiéndole el lóbulo izquierdo y gimiendo en su oído.

—Dios... sigue muñeca.

No deja de tocarme, aprovecha el momento para lamer, chupar y besar cada parte de mi cuerpo. Arqueo la espalda dándole una mejor vista de mis senos, y cuando lo hago, vuelve acariciar mi punto de nervios provocando mi derrame.

Me quedo por unos segundos encima de él. Después me levanto acomodando la ropa en su sitio. Marcus me observa, siento su mirada clavada después de lo que dije, sé lo que he dicho, y ahora me toca afrontarlo de frente.

—Lo que dije...

—Es la verdad ¿no? —me interrumpe —. ¿O es que estas confundida como lo estoy yo ahora mismo?

Me muerdo el labio inferior, agacho la mirada, pero al instante en el que lo hago Marcus me la alza tomándome de la barbilla. Clavo la mirada en sus penetrantes ojos color café. Trago duro al mirarlo, y una electricidad me recorre el cuerpo entero cuando me acerca a él. La tensión se ha ido, ambos nos hemos descargado y después de lo que ha visto en mi oficina no me queda más que volver a darle una explicación.

—Lo que sucedió con mi becario fue un error —comienzo, y él escucha —. Yo no... no me lo esperaba, en serio, ni siquiera...

—Te besó Charlotte, ¿Qué explicación le das a eso? —cuestiona —, ¿tienes algo más con él?

—¡Por Dios! ¡No! —exclamo —¿Me creerías capaz?

Por alguna razón me siento herida si es así como lo piensa.

—No lo sé. Estoy confundido, tengo sentimientos por ti y... —hace una pausa breve cuando lo dice.

Lo escrudiño con la mirada, implorándole con la misma que siga hablando.

—Quizás si, ambos estamos confundidos y nos dejamos llevar por el momento —espeto.

No espero nada bueno en esto. A veces es mejor esperar lo peor y sorprenderse de que no sea así, si no, todo lo contrario.

Paso por su lado caminando hasta la cocina, pero éste me detiene a medio andar tomándome del ante brazo. Me arrastra hasta su pecho al mismo tiempo en el que me rodea con sus fuertes brazos la cintura.

—Mírame —ordena cuando no lo miro a los ojos.

Volteo hacia el frente nuevamente chocando con la mirada del señor oscuro y... ¡joder! El sentimiento vuelve, se me hace un nudo en el estómago cuando me mira de esa manera y vuelvo a recordar los pocos momentos que he pasado a su lado y me han generado este sentimiento por él.

Suspiro, dejando que hablé él.

—Por supuesto que nos queremos muñeca, somos amantes, no somos de piedra. Yo te quiero y tú me quieres, así es esto ¿no?

PERVERSOS 1° SeducciónWhere stories live. Discover now