26. Traición

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Marcus Meyer

Han pasado cinco días. Cinco largos y tediosos días después de que la vi por última vez. Su propuesta de no vernos por un tiempo sigue rondándome la cabeza, cuestionándome si es por lo de Oliver o porque prefiere estar con él a estar conmigo.

—Deberíamos salir a cenar —propone Mercy, sentándose a mi lado.

Sigo cambiando de canal, sin prestar la más mínima atención a mi esposa.

—¿Qué dices? ¿Vamos? —vuelve a insistir —. Anda, Marcus solo hoy. No quiero cocinar.

—Y yo no quiero salir Mercy.

Me levanto del sofá caminando hasta la habitación. Es sábado por la noche y no tenemos mucho por hacer. El trabajo a estado bien hasta ahora, Mark no me ha recriminado nada y las gemelas se han regresado a Arizona en espera de que vayamos a la finca.

Busco unos jeans, botas y el abrigo color negro.

—¿A dónde vas? —me pregunta Mercy cuando me ve ponerme las botas.

—Con Oliver.

Para ver a Charlotte.

—¿Puedo ir? Así platico un rato con Charly.

—No Mercy, solo quiero ir yo ¿vale?

Camino hacia donde se encuentra (recargada en el marco de la puerta), dejándole después un casto beso en la mejilla.

Tengo que saber de ella, saber qué hace con Oliver y saber si se han contentado o no. Daría brinquitos mentales si es que no.

Me adentro al ascensor marcando el piso de los dos. Al llegar, salgo decidido y cuando me poso frente a la puerta la toco con algo de fuerza, como si estuviera desesperado por saber qué es lo que hacen. Pero no abren, y el que no lo hagan me pone a dudar de ambos.

Después de unos segundos, la puerta se abre dejando ver a Oliver con cara de pocos amigos.

—¡Hermano! —exclamo al verlo, estrechándolo en un abrazo.

Me abraza, y después me suelta dándose la media vuelta dejándome entrar. Voy tras él, no sin antes inspeccionar el lugar verificando si está o no Charlotte en el departamento.

—¿Por qué esa cara? —le pregunto lo que ya sé —. ¿Qué te hicieron? Pareces muerto —bromeo, tomando asiento en el sofá frente a él.

No dice nada, se queda callado cuando hablo. Dejo que hable hasta que se le dé la gana, al fin al cabo su actitud y su cara me confirman que siguen enojados.

Recarga espalda en el sofá, después se endereza colocando los codos sobre las rodillas. Masajea sus sienes, y es ahí cuando comienza hablar.

—Tengo la sospecha... —suspira —. Tengo la sospecha de que Charlotte me está engañando.

Los ojos se le llenan de lágrimas. Nunca lo había visto así, y lo peor es que ni siquiera me duele o siento feo que la esté pasando mal. Por un momento me pasa por la mente el decirle: Si te engaña, y conmigo, tú mejor amigo.

Suelto un suspiro, al mismo tiempo en el que niego con la cabeza.

—Esa es una acusación muy fuerte ¿sabes? —le digo.

—Le encontré una tarjeta de un imbécil en el bolso ¡Hazme el puto favor, Marcus! —espeta, levantándose del sofá, caminando hasta el pequeño mini bar que tiene enfrente.

—Debe haber una explicación —intervengo, observando cada uno de sus movimientos.

Se sirve un trago en uno de los vasos de cristal. Lo ingiere, y cuando lo hace, avienta el mismo vaso a la puerta de vidrio del balcón. Éste se quiebra al instante.

PERVERSOS 1° SeducciónOn viuen les histories. Descobreix ara