33. Ricura

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Charlotte Harrison

En ocasiones, he llegado a pensar que vivo en una ilusión, una donde todo lo que me ha pasado desde la llegada de Marcus, ha sido irreal. Que no ha pasado, que ni siquiera lo conozco o sé quién es.

Pero despierto, y caigo en cuenta de que no es así.

Las palabras que definieron mi matrimonio fueron; juro ser fiel. Y es algo que yo no cumplí.

Recojo los platos de la cena, los llevo al fregadero donde Lucy me ayuda a secarlos mientras yo los lavo. Estoy inquieta, algo me mantiene así desde que Lucy me comentó lo que Oliver le preguntó. Después de un rato, Lucy se despide de los dos anunciando que ya está por retirarse.

Han pasado tres días después de haber visto a Marcus, no lo he visto desde entonces, y lo único que escuché de él es que se fue de viaje por un par de días a California.

Me encuentro acomodando la despensa restante en la alacena, cuando de pronto siento los brazos de Oliver sobre mi cintura. Me deja un casto beso en el cuello, y después me gira sobre mi propio eje para que lo mire de frente. Rodeo mis brazos a su cuello y lo miro a los ojos azul oscuro. Su mirada es penetrante, exótica; su barba de días le luce sensual, y la forma en la que me mira me da a entender que me ama solamente a mí.

Se me forma un nudo en la garganta al repasar todas y cada una de las escenas en mi mente con Marcus. Me muerdo el labio inferior para mitigar aquello pero...

—¿Qué pasa cariño? —me pregunta —. Últimamente has estado extraña.

Nos encamina a ambos hacia la pequeña isla de mármol, se sienta en uno de los taburetes y me atrae de nuevo hacia él. Me coloco en medio de sus piernas, y vuelve otra vez ese nudo en la garganta que no me deja en paz.

—Yo... estoy bien, ya sabes, he tenido muchísimo trabajo y...

—No, te conozco demasiado bien Charlotte —me acaricia la mejilla —, y sé que no te encuentras bien. Estas más distante, menos cariñosa y...

—¿Y qué...? —cuestiono con delicadeza.

—¿Quieres decirme algo? —me pregunta.

Vuelvo a mirarlo a los ojos. Recordar el día en el que nos conocimos me pone nostálgica porque fue hace casi seis años. Nuestra historia comenzó con una nariz rota, y él tratando de acomodarla.

Sonrío al recordar aquello, porque lo que me enamoró de Oliver fue su ternura, su forma de ser aunque fuese un poco posesiva, su forma correcta de actuar ante cada situación, pero sobre todo, la pasión con la que me hizo suya en más de una ocasión.

No puedo dejarlo.

—Estaba recordando el día en el que nos conocimos. —Le digo.

—¿A sí? —me acerca a su cuerpo, tomándome de la cintura —. Yo me acuerdo de tantas cosas cariño... Como por ejemplo, de lo buena que eres, de lo paciente que has sido conmigo y con mi familia a pesar del trato que te han dado... ¿Qué más? Mmm... —se queda pensando.

Me atrae a su boca. Suspiro sintiendo un ligero cosquilleo que, con el tiempo me he dado cuenta va desapareciendo, pero sigue presentándose cada que mi mente se llena de buenos recuerdos.

Cierro los ojos, besando al hombre de ojos azul oscuros, y me pregunto... ¿Cuál es la razón por la que lo amé tanto? Y la respuesta es simple; compasión. Siempre la ha tenido y siempre la tendrá. Eso es lo que define a Oliver de entre los demás. No es la persona más bromista, pero se esfuerza. No es el más sarcástico del mundo, pero trata de responder ante un sarcasmo. Su familia no será la mejor del mundo, pero sé que me pondría a mi primero antes que a ellos si me hicieran algo. Oliver es todo lo contrario a Marcus, por el señor oscuro es bromista, es divertido, es sarcástico y me fascina la forma y la manera en la que ambos nos llevamos.

PERVERSOS 1° SeducciónWhere stories live. Discover now