42. Para la amante que perdí

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Marcus Meyer

Yo soy la amante, y ella no.

Han pasado días, y no he sabido nada de ella. Eh despertado infinidad de veces en medio de la noche al soñar una y otra vez con su cuerpo desnudo encima del mío. Me he corrido todas esas malditas veces soñando con ella.

—Que escondidito te lo traías eh, ahora comprendo porque la reacción de Charlotte —comenta Domi.

No le hago caso, la dejo afuera de su edificio y regreso al mío. Para cuando aparco el coche veo de nuevo que el lugar que ocupaba el coche de Charlotte sigue vacío. Me pellizco la nariz, y la frustración llega al pensar que puede llegar a regresar con Oliver.

Bajo del coche caminando hasta la recepción del lugar. Sigo sin saber cómo es que se ha enterado Oliver de lo mío con Charlotte, una duda que me sigue atormentando. Para cuando llego, el mano de ella aparece saliendo del elevador.

—¿Dónde está? —pregunto tajante.

—Buenas noches también para ti Marcus —responde con sarcasmo acompañado de sonrisas.

—Mira, no tenemos que fingir que nos agradamos, está claro que no te agrado por lo que le hice a tu hermana —comento.

—Para nada, soy de los que no guarda rencores y de los que no se mete en relaciones ajenas. Lo que hayan hecho tú y mi hermana me tiene sin cuidado, siempre y cuando no salga golpeada como la aventó ese bastardo.

—Ni me lo recuerdes —respondo.

—Lo ves, en eso concordamos.

Me da dos palmadas en el hombro y sigue su camino.

—No me lo dirás, ¿verdad? —me volteo hacia él.

—No, investígalo tú. En algún momento vendrá a recoger sus cosas. Dudo mucho que Oliver le perdone la traición.

Sale del edificio muy tranquilo, como si no hubiese pasado nada y por un momento envidio esa tranquilidad. Si no me hubiese metido con la esposa de quien era mi mejor amigo quizás así anduviera, tranquilo. Pero las ganas me ganaron, y esa mujer fue y será mía en todos los sentidos.

Subo al último piso, adentrándome al apartamento para cuando llego. Al hacerlo, lo primero que veo es Oliver sentado en uno de los sofás con Mercy frente a él.

—¿Qué haces aquí? —espeto.

—Yo lo dejé entrar Marcus, es mi amigo. Él, si lo es —dice haciendo énfasis en lo último que comenta.

Oliver sigue igual de golpeado que yo.

—¿Si? Pues no lo quiero aquí —respondo tajante, caminando hasta el mini bar.

—Te recuerdo que también es mi casa Marcus, yo también decido quien entra y quién sale.

—Mejor me voy —dice Oliver levantándose del sofá.

Mercy lo acompaña hasta la salida. Éste no se inmuta a mirarme. Salgo tras él, sin importarme la presencia de Mercy.

—Ya, suéltalo Oliver, dime lo que tanto quieres decirme —lo ataco a medio pasillo —. No te lo guardes, que te dará gastritis.

Niega riéndose. Agacha la mirada y después me hace frente.

—Me conoces Marcus, y sabes perfectamente que lo mío no es perder —eso lo sé —. Si, te confié a mi mujer un sinfín de veces y los dos se burlaron de mi —dice con tranquilidad —, pero sabes perfectamente que lo mío es actuar con indiferencia. Me conoces muy bien como para saber que no dejaré a mi mujer... —se da la media vuelta.

PERVERSOS 1° SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora