14. Ojos color café

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Marcus Meyer

La rubia se acerca a mi con los brazos abiertos, la sonrisa dulce de oreja a oreja, el pelo rizado y el cuerpo esbelto. Lleva un vestido color rojo puesto, y aunque siento que a ella no le va ese color, no evita el que yo también la reciba con los brazos abiertos.

—¡Cariño! —exclama Mercy envolviéndome en un abrazo.

—¿Me extrañaste? —le pregunto dejándole un casto beso en la frente.

—Como no tienes una idea. Traje regalitos, uno para ti, para Oliver y para Charlotte...

Charlotte, esa mujer con la que me he corrido en sueños en más de una ocasión. La polla se me remueve cuando pienso en ella.

Mercy sigue hablando pero apenas si le pongo atención. La ayudo con las maletas mientras sigue platicando sobre lo bien que la pasó en casa de sus padres. Sin embargo, simulo que la escucho, pero en dónde está mi mente realmente es en el momento en que Oliver levantó a Charlotte de la mesa hace días. La cara de horror en ella me estrujó el pecho cuando la ví. Sigo sintiéndome culpable por ello. De no haberle dejado aquella marca nada de eso hubiera pasado, y tampoco la he visto como para disculparme.

—Y visité a tu madre, me recibió muy bien.

—Menos mal, ¿Le hiciste estofado picante? —bromeo, haciendo que se acuerde de la vez que lo probó mi madre y casi llora de lo picante que estaba.

—No es gracioso —dice sería —, aún siento que piensa que lo hice adrede o algo.

—No lo piensa, lo confirmó ese día —me río.

—¡Marcus! No es gracioso, de verdad.

Después de media hora llegamos al edificio. Aparco el coche en mi lugar en el estacionamiento y cuando ambos bajamos vemos que van llegando Oliver y Charlotte. Ésta última baja con unas gafas puestas y ropa deportiva la cual se le adhiere al cuerpo. El cuerpo sudoroso y con una bebida energética sosteniendo la con la mano.

«Quisiera volver a saciar de su cuerpo». Pero me abstengo.

—Parece que alguien la pasó muy bien ayer —murmura Mercy por lo bajo.

Ambos lucen fatal, con gafas de sol puestas y demacrados.

—¡Charly! Que alegría —exclama Mercy acercándose a Charlotte y después a Oliver.

—No me ayudes Mercy, yo puedo solo —me quejo bajando las maletas de la mujer que se nota está más que fresca como una lechuga.

Oliver suelta un suspiro con pesadez, pero me echa la mano con las maletas. Me ayuda a bajarlas mientras que Mercy y Charlotte se van caminando al elevador, quedándome solo con mi mejor amigo. A veces me cuestionó y me pregunto si debería seguir diciéndole mejor amigo.

—Se nota que la pasaron bien anoche —digo conforme caminamos al elevador —, ¿Se fueron de fiesta o qué? —Sigo con el interrogatorio.

—Si... —responde Oliver alargando el sí.

—¡Joder!, y esa voz de perro con gripe ¿Qué? —me burlo.

—Cállate imbécil, de verdad me muero por el dolor de cabeza. Charlotte y yo nos pusimos "hasta la madre", como diría ella. —añade riéndose.

Niego con la cabeza mientras me cuenta que se fueron a un bar el día de ayer. Ambos bebieron, cantaron y bailaron hasta el amanecer. «Seguramente follaron también». No puedo evitar pensarlo.

Nos adentramos en el elevador y seguimos hablando.

—Hay algo que me está rondando por la cabeza de lo sucedido ese día —ya comenzó...

PERVERSOS 1° SeducciónDove le storie prendono vita. Scoprilo ora