XXII

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Alice

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Alice

Desperté temprano. La una de la tarde. Me levanté de la cama. Observé fugazmente hacia la ventana y caminé al espejo de la habitación.

Me debatí mentalmente sobre si era o no buena idea cambiarme de ropa. Comencé a quitar mis jeans y mi playera holgada. Con pocos ánimos saqué algo de ropa de mi maleta y me vestí con rapidez.

Salí del hotel, las calles repletas de gente, turistas que venían a disfrutar de sus vacaciones. Caminé hacia la playa. Me costó trabajo encontrar a mi hermana entre la gran multitud. La divisé a lo lejos, besando a Max con intensidad. Sol y Cristian conversaban mientras disfrutaban de sus bebidas. Busqué a Sebastián, pero no estaba. Pregunté y me comentaron que había conseguido una tabla para hacer surf. Se suponía que por seguridad no debíamos separarnos. Me recosté sobre la arena, disfrutando del día soleado.

—Alice, los chicos no hacen otra cosa que observarte. Debiste ponerte traje de baño o algo diferente. Eres la única rara con ropa común.

Era verdad, todos hacían comentarios hirientes, de burla. Sin embargo, atiné a decir:

—Susan, ya deberías saber que no me importa lo que digan los demás.

—¡Pero a mí, sí!—subió su tono, un poco enfadada— En ocasiones me das pena.

Decidí alejarme de la multitud, no quería arruinarles el momento por mi vestimenta o mi presencia. Observé el hermoso paisaje que tenía en frente. Hacía mucho tiempo que no me relajaba, o salía de vacaciones, me sentí un poco mejor. Esto me ayudaba a olvidar las pesadillas y las cosas que no estaban bien en mi vida. La brisa golpeaba mi rostro, era tan suave como una caricia, un gesto gentil, amoroso y reconfortante.

—¿Ya vieron a Sebastián? —Escuche la voz de Max a lo lejos. Se encontraba a la orilla de la playa, cerca del agua, conversando animadamente con una rubia atractiva de bikini diminuto. Él coqueteaba con ella. Sentí mi cuerpo arder en llamas. Tenía celos. Cerré los puños. Respiré profundo, intentando evitar que mis colmillos sobresalieran. Sentí una lágrima escapar. Estaba cansada de no ser aceptada, ser la rara, a la que hacen a un lado, a la que nadie ama. Los chicos me observaban. No quería la lástima de nadie, ni estar mal, ni triste.

—¿Estás bien? —escuché la voz de Sol. Asentí—No mientas. Se nota que te dolió ver a Sebastián con alguien más.

—¿Cómo no me va a doler? Nos besamos anoche.

—¿Qué? Entonces, ¿por qué ahora está con esa chica —Estaba muy sorprendida.

—Al parecer Susan estuvo comentando cosas de mí que son pasado. Él piensa que soy una chica fácil y que me involucro con cualquiera. Supongo que todo lo que me dijo era mentira. Sólo quería jugar, como ahora lo hace con aquella chica.

—Él no suele ser así. Siempre evita a los humanos y más a las chicas. No sé por qué le está haciendo caso a ésa. Ustedes están destinados, se quieren mucho, no pueden alejarse por malos entendidos y tonterías.

Alma De Un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora