XIV

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Alice

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Alice

Desperté con los rayos del sol iluminando mi rostro, con un fuerte suspiro me puse de pie y me senté en la orilla de la cama, mientras fumaba un cigarrillo esperando a Daniel. No sabía cuál sería su reacción, pero ya me había decidido. Mi prioridad en este momento era cuidar de mi hermana.

—¿Qué tienes, Alice? —preguntó Daniel, sacándome de mis pensamientos.

—Hoy me mudaré—lo dije en un tono de voz muy bajo, temiendo que él no me hubiera escuchado.

—¿Hice algo que te molestara o ya te cansaste de soportar a este viejo ridículo y anticuado?

—Por supuesto que no, adoro cuando almorzamos juntos y nuestras conversaciones son siempre muy interesantes. Te has convertido en alguien muy importante para mí y eres una de las pocas personas a las cuales le importo.

—¿Entonces qué ocurre? —preguntó, aferrando mi mano entre la suya.

—Ayer mi hermana se desmayó, no había comido ni dormido y todo por mi culpa, decidí desaparecer y la dejé sola. Me siento mal por ella y quiero estar a su lado para cuidarla como antes.

—Te lo pido, por favor. No te vayas, quédate a mi lado—suplicó que me quedara, algo que me pareció extraño, la manera en la cual me miraba y tomaba mis manos, por un momento me hizo sentir muy incómoda.

—Lo siento, no puedo—con esfuerzo logré apartarlo.

—Bien—dijo secamente— no puedo obligarte a que te quedes conmigo—comenzó a recoger sus cosas.

—No te enfades, mira, ya no tendrás que almorzar con esta chica loca y melodramática—comenté antes de que saliera del bar, lo que hizo que se detuviera y me escuchara—A parte seguiremos en contacto, tengo un nuevo teléfono y podremos conversar cuando quieras, cada mañana te llamaré y podremos reunirnos para comer juntos—se acercó con rapidez y me abrazó con fuerza.

—Te extrañare. No me agrada la idea de que estemos separados—podía jurar que estaba a punto de llorar.

—Esto parece una despedida, pero no lo es. Solo me mudaré. No es gran cosa. Aparte, no pretendo alejarme de ti. Me eres muy importante, lo más cercano a un padre—no logre descifrar si mis palabras le habían emocionado, pero su agarre fue más profundo e intenso, tanto, que dolía. Observé que las plantas a las que Daniel había dado vida, se consumían en llamas.

—Daniel... Tus plantas... ¿Qué les ha ocurrido?

—Bah, no le des tanta importancia. Lo siento, debo irme—se esfumó tan rápido que ni siquiera logré averiguar algo sobre su extraño comportamiento.

***

Tome mis pocas pertenencias. Observé el lugar por última vez y luego bajé con rapidez desde la azotea. Use mi velocidad como vampiro y el camino a casa de los Montgomery fue mucho más corto de lo que recordaba. Al llegar, Elisabeth me recibió con gran entusiasmo.

Alma De Un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora