El chileno rápidamente corrió de lugar sus ojos, volviendo su atención al ninfo de fauna.

- Hum... Espero que no traten de meterse más al bosque - México entrecerró los ojos, el odio se mostraba en su voz

El ninfo de flora negó lentamente con la cabeza.

- No creo, no es la primera vez que pasa - Explicó con su característica voz suave y tranquila - Normalmente solo se quedan por unos días y se van, no sé internan mucho en el bosque - Lo calmó

- Entiendo, avísanos si te enteras de algo más - Pidió el tricolor

A esto, el de la estrella solo asintió a manera de afirmación. Así, sus ojos azules volvieron a clavarse con fiereza en el de tez celestina.

- ¿Y tú qué tal estai'? - Preguntó, su expresión era tranquila, pero detrás de su tono había otra pregunta presente - Te fuistei' temprano hoy, ¿Viste algo interesante? - Levantó una ceja

Nervioso, el argentino desvió la mirada, sintiéndose incapaz de mantener el contacto visual en esos momentos.

- ¿No estabas dormido? - Preguntó, tratando de mantener un tono tranquilo

El tricolor se encogió de hombros, supuestamente sin importancia.

- Las plantas lo ven todo - Dijo

- No ví nada muy extraño - Mintió el ninfo de agua, en el fondo aún quería creer que el chileno no sabía nada, que solo se lo estaba imaginando.

- Hmm... - El de tez rojiza parpadeó lento, pensativo - ¿Quien sabe lo que es extraño y lo que no? Lo que es raro para unos es vida para otros... Lo que ves seguido, ignoras al pasar una vez más, te olvidas de que está ahí, te acostumbras al peligro y dejas de protejerte de él - Soltó, llevando sus ojos hacia el cielo

México entrecerró los ojos con clara frustración.

- ¿Tú entiendes lo que dice el wey? - Le preguntó al de partes de gato, señalando al tercero allí

- Ni idea, cada cosa dice - Respondió con algo de nervios

Chile sacudió ofendido su cola de ciervo, para luego darse media vuelta y entrar a aquella cueva dónde dormían.

Los otros dos se mostraron extrañados, pero no le dieron mucha importancia.
Terminaron de comer y charlar solo ellos dos.

Pronto, el cielo empezó a oscurecerse, mientras una que otra estrella se mostraba, brillando sobre el cielo casi nocturno.

Con un bostezo, el tricolor entró también a la cueva, siendo seguido poco después por el ninfo de piel celestina.

Se acostó en su lugar, pero no quedó dormido.
Solo pensó, por un largo rato, la respiración lenta del mexicano le indicó que este ya estaba dormido.

Cerró sus ojos por un momento, buscando la calma suficiente para poder dormirse también, pero los volvió a abrir al sentir un agarre por su cintura.
Unos brazos rojizos de abrazaban a él a su espalda, y pronto pudo sentir la calidez del cuerpo contrario chocar contra el suyo.

Para los ninfos era normal el contacto físico, no había nada especial en este, abrazos, roces, caricias, eran puras muestras de amistad.

Suspiró.

- Lo sabés ¿Verdad? - Susurró, algo preocupado por lo que el chileno diría

Hubo unos momentos de silencio

Los ninfos (CanArg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora