Capítulo 9 : Bajo el agua.

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Algo iría mal y más que saberlo, lo sentía

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Algo iría mal y más que saberlo, lo sentía.

Chapoteó el agua bajo mis dedos tratando de saciar la sensación de vértigo y náuseas que llevaba sintiendo desde hace tan solo pocas horas.

Agradecía el hecho de que los padres de los Miller nos propusiesen quedarnos por un rato más y pasar parte de la mañana en la enorme piscina de su patio trasero. He de relajarme y despejar los pensamientos, pero estos parecen vencerme cada que recuerdo con quien me encuentro en esta casa.

Los nervios me estaban aniquilando y sabía a la perfección la razón de aquello.

El sol radiaba contra mi piel de manera cálida, mi cuerpo flotaba sobre el agua y esta se esparcía por todo mi ser y hubiese disfrutado de aquello de haberme encontrado en otra situación.

— ¿Por qué tan distraída, pequeña salvaje? —murmura, Thomas a mi lado, explotando mi burbuja ficticia.

— Estás más pálida que un muerto, nena —comenta, Gastón, con la ceja enarcada.

Alejo la mirada del agua y la clavo en los chicos distanciados a lo largo de la piscina, pero a un Thomas muy interesado a mi lado.

¿Debería decirle?

¿Por qué me da miedo el hecho de siquiera pensarlo cuando no somos nada?

El mismo me había visto en brazos de su propio hermano, no podría importarle menos.

— Mala noche. —miento con descaro a lo que me encojo de hombros.

— ¿No la dejaste dormir, Miller? —se mofa, Odette, con una sonrisa burlesca.

Pongo los ojos en blanco y desvío la mirada de esta, posicionado los lentes de sol de vuelta su lugar.

— Ya quisiese yo no dejarla dormir mientras este en mis brazos —alega, Thomas, apoyando los brazos sobre la esquina de la pileta.

— Son las personas más activamente sexuales que he conocido, joder —interrúmpete, Gastón, salpicando el agua al impulsarse hacia arriba y salir de la piscina, terminando sentado en la esquina de esta y con los pies bajo el agua.

— ¿Y lo dices tú? —planteo, incrédula.

— Hablando de conocer... —canturrea, Odette clavando su mirada en mí —Ya viene siendo hora de que conozcamos tu procedencia, chica.

— O más bien yo las suyas —respondo de vuelta.

— Estás cosas suelen fluir de manera natural —gruñe, Thomas, desviando la vista, lo que me hace obsérvale con ligera curiosidad y de manera fugaz.

— ¿Cómo se conocieron ustedes, par de depredadores sexuales? —inquiero, sin tapón alguno en la boca.

— ¡Eh! Más cuidado con las palabras, lindura —advierte, Gastón, torciendo el labio.

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