ix. aprendizajes.

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"Quiero seguir viviendo, por favor aléjate de la cocina

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"Quiero seguir viviendo, por favor aléjate de la cocina."


La mañana del sábado los siete alumnos de sexto año de Gryffindor despertaron pasada la hora del desayuno, provocando que se lo perdieran, gracias a lo tarde que se habían ido a dormir la noche anterior. La cantidad de dulces, chocolates e información que ingresaron a su mente y cuerpo lograron que el sueño apareciera cerca de las cuatro de la madrugada. Llegó a ser algo chistoso despertar y verlos a todos desparramados sobre las tres camas de la habitación de las chicas. Frank y Lorcan estaban en la parte cabecera de una cama, casi en la misma posición en que se habían quedado dormidos, aunque en un momento se les unió Madeleine que se acurrucó a los pies de la cama como un gato. Nique y Fred dormían dándose la espalda, quizá acostumbrados a compartir cama al ser familia.

En cambio, Olive despertó y lo primero que vio fueron unos envoltorios de calabazas confitadas en el cabello de James. Río levemente, ignorando el hecho de que sus brazos estaban entrelazados y, con cuidado, comenzó a quitarle los restos de basura. Por suerte, ningún pedazo de dulce se había pegado a las hebras del cabello. Terminada su tarea, sonrió al ver lo calmado que se veía el muchacho, y cerró los ojos para dormitar un rato más esperando a que el resto despertara.

Cuando ya estuvieron todos despiertos, se estiraron y se vieron con caras de sueño, decidieron bañarse cada uno en su propia habitación. Los chicos se fueron con pasos lentos usando la capa de invisibilidad mientras las chicas comenzaban a enlistarse.

—¿Cocinas? —sugirió Fred Weasley ll, una vez estuvieron en la sala común, antes de soltar un largo bostezo que rápidamente se contagió al resto.

Olive asintió algo emocionada. Los chicos le habían hablado antes de las cocinas donde muchos elfos preparaban todas las deliciosas comidas que les servían en el Gran Comedor, le causaba mucha intriga y fascinación poder conocer aquel ambiente. En la mansión Devaulx habían cerca de veinte elfos domésticos a la disposición de la familia, todos con una increíble motivación y ganas por servirle a sus amos. Cuando pequeña, Olive había querido acercarse a ellos y ayudarles a cocinar, su mente aún era inocente y no entendía porque iban con trapos sucios y aceptaban algunos golpes que los padres de la chica les daban, por lo que no era extraño que la curiosidad estuviera a flote. Los elfos la miraban casi con terror al verla querer tocar los implementos de cocina, con miedo a que su ama viera a la niña y culpara a los elfos. Por supuesto que no todo podía salir bien, aquel día Olive se ganó un castigo que duró todo un mes y la prohibición de acercarse a las cocinas de la Mansión.

—¿Puedo yo hacerle cosquillas a la pera? Me encanta ver como se remueve en el cuadro riéndose. —pidió Madeleine mientras iban por el camino hacia la estancia.

Las cocinas en sí se encontraban en el pasillo que lleva a la sala común de Hufflepuff y para acceder a ellas, uno debía acariciar una pera resaltada en un cuadro, provocarle cosquillas y así hacerla retorcer para que se transformara en un tipo de manija de puerta. Los estudiantes del resto de las casas podían fácilmente envidiar a los tejones por estar tan cerca de un lugar tan maravilloso.

AUGUREY, james s. potter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora