|| 𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟹𝟷 ||

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|| Millones y millones de años no me darían ni la mitad de tiempo para describir ese diminuto instante de toda la eternidad en el que tú me rodeas con tus brazos y yo te rodeo con los míos ||

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|| Millones y millones de años no me darían ni la mitad de tiempo para describir ese diminuto instante de toda la eternidad en el que tú me rodeas con tus brazos y yo te rodeo con los míos ||


Dos semanas después de la llegada al mundo humano

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Dos semanas después de la llegada al mundo humano.

Han pasado exactamente dos semanas desde que habían llegado al mundo humano, pero aun así no podían sentirse aliviados hasta poder encontrarse con Emma. Todos quienes la conocían daban todo de si en buscarla, separándose en grupos para irse a las ciudades, pueblos y lugares lejanos donde no se habita en busca de la mujer de cabellos naranjas. Astlyr también quiso unirse a los grupos, pero Norman no se lo permitió diciéndole que debía de encargarse de sus hijos.

Por eso se frustraba aun más, pero gracias a todo lo que pasó en el otro mundo, donde tuvo que mantener la calma en momentos difíciles, pudo aparentar serenidad frente a sus amados hijos, Ren e Ícaro, también frente a otros como sus compañeras, hermanos menores y niños que cuidó como si de sus hijos se trataban.

Dentro de la instalación Ratri le leía un cuento a Ren que le escuchaba con parsimonia.

Ícaro por otro lado armaba un puzzle de 500 piezas pequeñas. Ren levantó la mirada del libro con dibujos a su madre preocupado, dicen que los niños son más perceptivos que los adultos y tal vez, esa sea la razón por la cual el podía notar toda la angustia en la persona más importante que tenía.

—Mamá —. Nombró llamando la atención de la adulta. —Recuerda, debemos de sonreír, papá nos observa y se molestaría mucho vernos deprimido.

La castaña miró sorprendida a su hijo, sus ojos achicaron dejando ver un brillo de tristeza en sus orbes dorados, pero sonrió y abrazó al menor cerrando el libro que le estaba leyendo, enterró su rostro en la cabellera del albino sintiendo la suavidad de esta.

Vaya suerte tuvo al tener un hijo tan buena persona, no, dos hijos.

Rio levemente al sentir como un Ícaro avergonzado abrazaba su brazo izquierdo. —¡No te burles, mamá!

𝐒𝐓𝐈𝐋𝐋𝐇𝐄𝐓; 𝐍𝐨𝐫𝐦𝐚𝐧Where stories live. Discover now