Capítulo 45: Confundida

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Cuando abro los ojos, lo primero que noto es el brillo blanquecino de la habitación: arde.

Lo segundo es la cantidad de tubos y cables que están conectados a la persona en la cama: o sea yo. 

Son del tipo de cosas que conectarías a una entidad mecánica, algo así como a un robot, o un experimento. Nunca a un ser humano.

El sonido de un monitor obstruye el silencio acolchonado que he anhelado con toda la fuerza de mi alma. Siento ganas de gritar.

Colocaría una mano sobre mi boca para apaciguar mis aullidos, para impedirles que salgan a la superficie, pero no puedo moverme ni hacer ruido alguno.

¿Es así como se siente estar muriendo? ¿Que estás congelada, en un limbo de agudo dolor, dormitando hacia un lugar al que no estás segura de querer ir?

Lucho por permanecer despierta: cuesta.

Mi mirada borrosa se fija en la línea roja que se arrastra a través de la pantalla, formando pequeñas montañas igual que en las películas.

Algo frágil cae sobre mi mano flácida, la que no está decorada con un goteo intravenoso.

Toma toda mi fuerza de voluntad volver la cabeza en su dirección, o al menos eso creo que hago, preguntándome qué es lo que ha aterrizado sobre mi brazo.

¿Una paloma de luto, quizás? No. No es un ave. No es lo que esperaba.

—Alba, mi amor... ¿Puedes oírme? —La voz de mi madre suena a un millón de kilómetros de distancia.

¿Será real?

Intento asentir con la cabeza, pero estoy entumecida.

—Estás en el Hospital Providencia. La ambulancia te trajo aquí, uno de mis colegas me llamó de inmediato —Se le quiebra la voz.

Mamá dice algo sobre cómo me trajeron, y entonces recuerdo que mientras el mundo se balanceaba fuera de su eje, un sonido penetrante me rompía los tímpanos: sirenas.

—Estuviste en el CTI ayer y unas horas hoy, pero ahora que ya estás estable, los médicos han decidido trasladarte al ala de psiquiatría —Hay una pausa incómoda luego de esas tres últimas palabras—. Allí es donde deberás permanecer por un tiempo.

La observo con cansancio, y parece diluida: disuelta en pena y preocupación. Trato de disculparme, pero estoy tan drogada que la miro boquiabierta como un pez, en silencio, perdida.

Mis disculpas rebotan en mi cabeza, junto con fragmentos nublados de lo que me sucedió.

Mamá extiende su mano hacia mi frente, pero parece pensarlo mejor, y la termina apartando como si tuviera miedo de tocarme. Como si pudiera romperme.

OlvídameWhere stories live. Discover now