☁️Prólogo☁️

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Necesitaba dejar de buscarla. ¿Por qué? Sencillo, su corazón ya no lo soportaba.

Se odiaba a sí mismo por esa maldita razón. Cada vez que ella volvía a su vida, todo le valía la pena: sus lágrimas de rabia contenida, el temblor de sus manos alrededor de una selfie mal impresa, y el regusto amargo del dolor atorado en su garganta.

Ella disfrutaba viniendo disfrazada de sueños; sueños de torturantes recuerdos, recuerdos de todo lo que habían vivido juntos.

Esta broma cruel del destino le había enseñado una importante lección: había cosas en la vida que el dinero no podía comprar, como una cura al desesperante ardor en su pecho cada vez que su nombre, adictivo igual que ella, se le escapaba de la boca.

Él lo habría dado todo por traerla de vuelta. Hubiera corrido cualquier riesgo, cometido cualquier locura... Lo que sea con tal de tenerla a su lado por unos pocos segundos más.

Pero no. El tiempo se le había acabado, al igual que su esperanza. Gota a gota, se había evaporado sin que pudiera hacer nada al respecto. Era aterrador. Una burla a su deseo de solucionar lo imposible. Si intentaba negarlo, bastaba con desandar sus pasos y volver a ese horrible lugar, donde la realidad le abofeteó sus pálidas mejillas. No. Nada de lo sucedido estaba bajo su control, no esta vez.

Con un suspiro entrecortado, sus pasos cansados se detuvieron en la mitad del bosque, junto al lago, donde todo comenzó. El áspero silencio se volvió evidente. La fría brisa que alborotaba su cabello, ahora semilargo, se burló de él. Enredó sus rulos azabache y los latidos de su corazón perturbado y enfermo.

Se llevó la mano al pecho, sus dedos congelados formaron un puño alrededor de la solapa de su abrigo de lana. Se quedó allí plantado, con sus ojos azules infinitos perdidos en el cielo grisáceo que prometía tormenta. Y casi sin querer, otro maldito recuerdo lo invadió; otra corriente indomable tejida muy profundo: la forma en que sus largas pestañas al capturar los destellos de luz, generaban sombras en sus adorables mejillas redondeadas.

Ella, vistiendo ese horrible vestido turquesa.

Ella, con sus ojos almendrados llenos de ayer.

Ella, hamacándose en el precario columpio de madera desvencijada bajo un viejo roble, el mismo en el que ahora él se apoyaba.

Ahogando un sollozo, se prohibió a sí mismo continuar así. Con un elegante movimiento de sus largas piernas, se dio la vuelta y emprendió el camino de regreso a su casa.

Tic tac. No lo intentaría más.

Tic tac. No la desearía más.

Tic tac. Sus ojos de mil estrellas pasaría al olvido.

Tic Tac. Dolía demasiado.

Resulta que hasta las cosas más mundanas lo atormentaban. Por ejemplo: pasar por la esquina de Grooves Park, cerca de la fuente con el angelito rechoncho que a ella tanto le gustaba. Podría jurar oír su voz o cadencias de su risa escondidas entre las gotitas de su flecha oxidada.

Lo mismo pasaba al doblar en la calle Lincoln, y sentir el aroma de las donas recién horneadas: también le significaban algo.

Ella, llamándolo.

Ella, parada en la puerta color carmín de su patisserie predilecta.

Ella, con su olor a coco y miel.

En un impulso masoquista, se detiene y por última vez pronuncia su nombre.

Tic tac. Cada sílaba quema.

Su visión se nubla, sus pasos se vuelven inestables bajo el peso de cargar vagas sensaciones de algo ya vivido... Entonces, de una vez y para siempre, decide dejarlo todo atrás.

Tic tac. Ni seguridad, ni sorpresa.

Tic tac. El fin.

Exhausto de extrañarla, dejó de buscarla.








Exhausto de extrañarla, dejó de buscarla

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N/A

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N/A

¡Ay, dios! ¡Soy un saco de nervios!

Dioses Wattpadianos ayúdenme a que les guste mi novela <3

Si se animan, pasen al capítulo uno jeje ^u^

Y no le tengan miedo, confíen en esta escritora algo loca que ya los adora.

OlvídameWhere stories live. Discover now