Capítulo XV: Un último esfuerzo

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Los tres aventureros se encontraban en el último tramo montañoso antes de llegar a las grandes llanuras. Aquellas montañas eran mucho más bajas y el clima más agradable. El frío ya no era más que una fresca brisa y los pasos entre las montañas apenas estaban salpicados por algunos tramos de nieve, lo que agilizó la marcha del jadesiano, que ya volvía a sentirse cómodo en aquellas condiciones.

—¡Maldita sea, creo que he engordado! —exclamó el viejo enano.

—Yo te veo tan pesado como siempre, pero la verdad es que en esta aventura, que prometía ser dura y sin recursos, hemos gozado de excelentes comidas. Eso lo omitiremos cuando contemos nuestra historia, no queremos que pierda encanto —contestó Keldarion mientras reían.

Continuaron sin encontrar obstáculo alguno durante varias horas. No pararon para descansar, sabían que su meta estaba ya al alcance de su mano y el nerviosismo movía ahora sus piernas. En una de las partes más altas de la travesía, el ogro divisó en la lejanía, a varios miles de puertas, una gran columna de humo y polvo.

—¡Mirad! ¿Qué es eso? Es como si una montaña se estuviera viniendo abajo —señaló Algón

—Eso es Paso Eterno, parece que están en medio de una monstruosa batalla...—explicó el príncipe.

—¡Luchad, camaradas, luchad, pronto estaremos con vosotros! —gritó el enano como si fueran a escucharle.

Aquello alentó más la marcha y los tres apretaron el paso. Las montañas pasaban una tras otras, pero aún no se veía el final de los picos. Un fuerte rugido alertó a todos, un poco más adelante, un oso luchaba ferozmente contra tres grolls que intentaban darle caza.

El grupo se acercó para observar lo que pasaba. Un gran oso blanco estaba acorralado por tres grolls y un cuarto yacía muerto a varias puertas.

El enano, que no podía aguantar más, se lanzó a la carga.

—¡Malditos Grolls, meteos con alguien de vuestro tamaño! —gritó Runi.

Los sorprendidos grolls, al verlo, fueron hacia él con sus armas preparadas. El primero lanzó un poderoso pero lento golpe que el viejo esquivó con facilidad, contraatacó golpeándole en el pecho y se deshizo de él. Los otros cargaron juntos, pero el oso, al cual habían dado la espalda, se lanzó contra uno de ellos atrapándolo entre sus garras y mandíbula. El último de los grolls, temeroso y sin saber si escapar o atacar, fue muerto por una daga que Algón lanzó desde la distancia.

El oso, que ya había despedazado a su enemigo, miró al enano y rugió con ferocidad. Runi enganchó su arma a la espalda e inclinó la cabeza. La magullada bestia se alejó cojeando del lugar.

—Esa debilidad tuya por los animales salvajes algún día te costará un disgusto —dijo Keldarion mientras se acercaba con tranquilidad. No se había molestado ni en desenvainar las espadas, sabía que tres grolls no eran ya rival para aquel enano.

—No parecen tan terribles como dicen, aunque sí son muy feos —comentó el ogro haciendo referencia a los grolls.

—¿Feos? Yo os encuentro curiosamente parecidos... —murmuró Keldarioón.

—¿Cómo dices? —preguntó con tono molesto Algón.

—Olvidalo, solo murmuraba —se escabulló Keldarion.

Los tres escondieron los cadáveres para que no fuesen encontrados por otros grolls. Si los localizaban, serían más de tres los enemigos a los que tendrían que enfrentarse. Además, necesitaban el factor sorpresa para tener una posibilidad de alcanzar la torre del brujo.

Uria I: La torre y el enanoWhere stories live. Discover now