Capítulo VI: Fría partida

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La mañana llegó a la ciudad de Brisaboscosa. Todo estaba en calma, la mayoría de los grolls dormían plácidamente y sólo los asignados a la vigilancia permanecían alerta.

El primero en despertar fue Keldarion, que despertó al resto. Runi, algo cansado, pues la noche anterior había estado ocupado, insistió en dormir un poco más, pero sólo hizo falta recordarle que el reparto de bollería era únicamente a primera hora para que el enano se pusiera en pie y fuese en busca de su desayuno.

Al cabo de un rato, los tres ya estaban bien alimentados y preparados para emprender su viaje. Llegó el momento de la despedida. Baria estaba algo triste, pues no había podido cumplir su misión de acompañarlos de vuelta, pero la idea de volver a su hogar no le desilusionó demasiado. Abrazó tanto a Runi como a Keldarion y les deseó la mejor de las suertes. Junto a un pequeño grupo de grolls, entre los que se encontraba su asistente, partió de la ciudad. Pronto estaría segura en las montañas de piedra.

Era hora de que también partieran el enano y el jadesiano. El largo e inseguro viaje, que había sido meticulosamente planeado por ambos, constaba de cuatro sencillas partes. Lo primero era atravesar los grandes valles que se encontraban entre Brisaboscosa hasta llegar a las montañas de plata. Una vez alcanzadas comenzaría la segunda etapa, encontrar la entrada a la Mina-Fortaleza de plata y atravesar sus profundos y largos pasillos para cruzar la gran cordillera montañosa. La tercera etapa era viajar durante días por los helados picos hasta llegar por fin a la capital enana, donde la cuarta y última etapa consistiría simplemente en superar el enorme y descomunal campamento enemigo, pasar entre una innumerable cantidad de grolls y llegar a la puerta. Sin duda esto último era lo menos pulido y meditado de todo el viaje. Esperaban poder improvisar una idea mejor cuando llegase el momento.

Todo estaba preparado, las bolsas repletas de provisiones, las cantimploras llenas, las capas y los guantes guardados en los petates que cada uno cargaba, las armas limpias y afiladas y los cuerpos bien descansados. Justo antes de partir, el enano se acercó al grupo de grolls que habían luchado durante los últimos días a su lado y estrechó sus brazos despidiéndose de ellos como si de buenos amigos se tratase. A continuación se acercó a Ter-olon, que permanecía junto a un gran número de sus guerreros.

—Te deseo lo mejor, amigo.

El enano y el migdol estrecharon sus manos. Keldarion, mucho más distante y frío, se despidió de él asintiendo con la cabeza. Ter-olon respondió del mismo modo y, a continuación, los dos amigos partieron.

Los gritos de los grolls despidiéndose se escucharon hasta que se perdieron en la distancia. Incluso el jadesiano sentía ya gran simpatía por esas criaturas, quizás no por su líder, pero sí por los guerreros grolls que después de todo no parecían tener una naturaleza definida como había presupuesto.

Apenas llevaban una hora de marcha y ninguno de los dos había hablado. Parecía que los ánimos estaban aún algo resentidos por todo lo ocurrido en Brisaboscosa, sobre todo por parte de Keldarion, pero sería cuestión de tiempo que quedase atrás, un largo viaje les aguardaba juntos.

El paisaje era similar al que les acompañó a la llegada a la ciudad. Grandes llanuras de color pajizo anaranjado, el cielo cubierto parcialmente por oscuras nubes entre las que el sol esta vez sí lanzaba algunos claros destellos de luz, algo que ambos agradecían mucho. Granjas y chozas salpicaban el paisaje, todas ellas abandonadas, en mal estado. El aire estaba menos viciado que en el oeste, lo que hizo que el enano recuperase la vitalidad. Cuanto más se alejaba de su antigua prisión, más fuerte se sentía

El mediodía llegó, pero decidieron no parar y comieron mientras marchaban. Si se daban prisa, alcanzarían las montañas en menos de un día. Estas ya se dejaban ver a lo lejos, un sinfín de picos nevados ocupaba todo el horizonte.

Uria I: La torre y el enanoOn viuen les histories. Descobreix ara