Capítulo III: Un largo paseo

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Por fin habían terminado con todos los enemigos de la Fortaleza Oscura. Pero si Mork había dicho la verdad, pronto llegarían más. De los pocos hombres que seguían con vida, solo tres, junto a los agotados Keldarion, Runi, Baria y Pueg salieron de aquella oscura fortaleza y se adentraron en la escarpada llanura que se extendía durante varias millas frente a la fortaleza, al fondo, a la distancia, se podía ver un inmenso mar de árboles.

—Esta zona no cuenta con patrullas, pero si somos vistos por alguna partida groll que vuelve a la fortaleza o por esclavos que trabajan esta tierras, no tardaremos en tener problema. El bosque está a menos de una hora de marcha. Démonos prisa —apresuró Baria.

De camino a aquel bosque se toparon con varias casas ruinosas habitadas por esclavos humanos, Runi y Keldarion insistían en interactuar con ellos en busca de ayuda o información, pero Baria les aclaró una triste verdad; aquellos hombres habían nacido bajo el yugo de terribles y crueles criaturas que las sometían con dureza. Eran gentes básicas, analfabetas y de vidas miserables. Por el miedo a sus amos no dudaría en delatarle o incluso podrían atacar directamente.

Los campos estaban trabajados con torpeza, el ganado repartido, casi silvestre, las ropas harapos, las herramientas de madera, primitivas y toscas, los molinos de viento que antes eran uno de los símbolos de aquella tierra, no eran más que cáscaras vacías y despojos de un pasado ya lejano.

Sin incidentes ni llamar la atención, el grupo llegó hasta el linde del antaño llamado bosque de Roble Verde, ahora ese nombre es como todo en aquellas tierras, no más que un recuerdo.

—Este es el bosque corrupto de Roble Negro. Ya hace años que pocos brotes nuevos crecen aquí. Las criaturas salvajes se adentraron en lo más profundo del bosque hace décadas huyendo de la oscuridad que emana la fortaleza. No tendría que ser un viaje muy peligroso. Probablemente solo tendremos que preocuparnos de las partidas de grolls que envíen en nuestra búsqueda —explicó Baria.

—No estaría mal un poco de tranquilidad. ¿Verdad camaradas? —comentó Runi.

—Está amaneciendo, deberíamos caminar todo el día para alejarnos, la sombra de la fortaleza aún es visible desde aquí. Si no me equivoco tendremos tres días de marcha por este bosque hasta llegar a la ciudad en ruinas de Brisaboscosa. Y desde allí, más de una semana antes de llegar a la capital enana —decía muy serio Keldarion.

—Veo que te has aprendido bien los mapas. Si nos adentramos corremos el riesgo de ser atacados por criaturas salvajes. Mis hombres nos acompañarán hasta el final del bosque, después ellos se dirigirán al refugio de la resistencia, en las Montañas de Piedra para informar a mi padre de nuestra liberación. Yo os acompañaré hasta que estéis a salvo tras el Paso Eterno —Comentó Baria.

—Tu compañía será más que bien recibida. Un enano no olvida la ayuda prestada y tú y tus chicos, me habéis prestado mucha —Decía un sonriente y ahora liberado enano, pese al cansancio caminaba de un lado a otro, con los brazos abiertos toqueteando la corteza de los árboles, jugando con la húmeda tierra. Largos habían sido los años sin ver nada más que los cuatro muros de aquella mazmorra.

—Pueg bordeará el bosque por si más chicos malos vienen —comentó la más alegre de las ratas en ese momento.

Los siete emprendieron la marcha. La comida escaseaba, pero algunos de los hombres habían cogido algunas provisiones antes de salir de la fortaleza, junto con algunas bayas y setas comestibles que se encontraron por el camino les ayudó a recobrar las fuerzas. Pueg, que andaba por la linde del bosque, a varias puertas de los demás, observaba con recelo las praderas que rodeaban el bosque, todos contaban con su vigilancia y no estaba dispuesto a fallarles.

Uria I: La torre y el enanoWhere stories live. Discover now