Capítulo VII: Salones solitarios, un aburrido paseo

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Los dos se adentraron en aquella gran bóveda y pronto comenzaron a tropezar con cuerpos de guerreros enanos que, aunque sólo eran ya una carcasa de metal rellena de huesos, continuaban aferrados a sus armas. Esta imagen encogió el corazón del viejo. Cada enano que veía muerto le dolía como si fuera miembro de su propia estirpe.

Sin duda en aquel lugar se había luchado de manera heroica, cientos eran los cuerpos que llenaban el suelo. El enano comenzó a arrastrar uno de ellos. El jadesiano, sin comprender lo que pretendía, preguntó:

—¿Qué piensas hacer con ese cadáver, Runi?

El enano, muy angustiado, contestó que iba a llevarlo a las catacumbas y a enterrarlo. Keldarion entendió que aquel enano debía ser algún pariente o conocido suyo, pero enseguida le aclaró que no lo conocía, que debía enterrar a todos los enanos para que pudieran ser honrados. Esto desesperó al jadesiano, en aquel lugar había varios cientos de cuerpos.

—¡Viejo enano, no te dejes llevar por tu tristeza! No tenemos tiempo para eso, tardaríamos semanas en enterrarlos. Te prometo que volveremos y los enterraremos a todos, pero ahora nuestro deber es terminar nuestro viaje.

El enano cayó y se sentó en el suelo desolado. Se sentía culpable de todo aquello, como si hubiera podido evitarlo de haber estado allí. Keldarion intentó alentar al viejo, que pronto recuperó la compostura y decidió continuar la marcha. Señaló la amplia salida débilmente iluminada que había a la derecha y explicó que por allí estaba la entrada principal. No era el camino que tenían que tomar, pero estaba interesado en ver el estado de la gran puerta que, sin duda, habría sido traspasada. Keldarion no tuvo nada que objetar a esto así que se dirigieron hacia allí.

El pasillo se iluminaba cada vez más y era mucho más amplio puesto que se trataba de la ruta principal para los comerciantes; aquí apenas vieron un puñado de cadáveres. La luz se hacía más intensa al final del pasillo. Runi corrió para ver la entrada, pero cuando llegó quedó totalmente desolado. El jadesiano le alcanzó y, al ver lo que él veía, apretó con la mano el hombro de su amigo como gesto de apoyo. Ante ellos, la gran puerta, de casi quince puertas de altura y siete puertas de ancho, se había venido abajo, pero lo que de verdad aplastó la moral del enano eran los miles de cuerpos amontonados a los lados del pasillo central. Miles de enanos que habían muerto defendiendo este punto de la ciudad.

Runi, sin mediar palabra y dejando atrás la entrada, se entró en la vía principal, la cual llevaba directamente al corazón de la fortaleza y también al trono del señor de la misma. El jadesiano, que no sabía a dónde se dirigían, se limitó a seguirle.

No tardaron mucho en llegar a la zona principal de la fortaleza, estaba majestuosamente adornada con grandes pilares tallados que sujetaban una alta bóveda de más de cuarenta puertas de altura y unas treinta de profundidad. Alrededor, ocupando por completo las paredes de la bóveda había cientos de edificios. El suelo, enlosado y aún bien conservado estaba decorado con esmerados grabados, un increíble esfuerzo para un suelo público pensó Keldarion. Una ancha pasarela recorría como suspendida en el aire el tramo desde la vía principal hasta el núcleo de aquella bóveda, allí se alzaba el trono que incluso desde aquella distancia resaltaba por sus brillos dorados. A su alrededor, a la distancia, ocupando las paredes de la bóveda, miles de viviendas talladas en la piedra, cuando se terminaba el suelo, continuaban en la mismísima pared, como una inmensa colmena, hasta la cúspide de la bóveda. Una gran roca blanca iluminaba tenuemente el lugar. De nuevo piedras lunares, estas aún tenían más luz en su interior que la anterior, era de esperar, pues aquel lugar era el más importante de la fortaleza.

El enano no estaba nada impresionado, seguía mirando los cuerpos sin vida que aparecían a cada paso que daban. El jadesiano, que no quería ser descortés, pero que tampoco quería desaprovechar la oportunidad, sugirió al enano que se equipara con alguna armadura de sus compatriotas. Runi recibió esto como un insulto.

Uria I: La torre y el enanoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin