15. Juego de seducción

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Cuando pensaba en ella siendo molestada por mi padre, una sed irrefrenable de cobrar esa dolencia incrementó a niveles descomunales. Alice hablaba de perdonar, pero ¿realmente era correcto? ¿Estaba bien hacerlo cuando Margo seguía sufriendo secuelas de la agresividad de mi padre y mi descuido? La empujé a este abismo sin fondo.

Aún recordaba el momento exacto cuando la vi caer inconsciente frente a mis ojos, incluso cuando los años habían pasado, aún sentía que miles de espadas apuñalaban mi corazón.

Dolía tanto que no podía respirar.

―Yo... lo lamento ―balbuceé.

Ella elevó la mirada, topándome con sus ojos marrones.

―Te contaré algo. ―Ella empezó a abandonar el abrazo despacio―. Algo que nunca se lo dije a nadie, ni siquiera a mi hermanos.

¿Algo que sus hermanos no sabían?

―Dime.

―Tenía una amiga en la escuela, se llamaba Elena. ―Margo guardó silencio y tomó una respiración profunda antes de seguir.

―¿Es difícil hablar de eso? ―pregunté.

―No, no es difícil, es solo que pensar en ella me hizo recordar muchas cosas. Ya no importa, pero creo que me afecta de alguna manera. No había pensado en ello realmente hasta ahora.

Me intrigaba lo que tenía por contar, quería escucharla, pero sin presionar sus palabras. Guie mi mano a su brazo, donde la acaricié con lentitud para animarla un poco.

―Ella era mi luz ―la escuché balbucear, insegura―, le tenía en alta estima. Elena me escuchaba y me comprendía mejor que nadie. En ese entonces, a pesar de haber visto el rostro verdadero de las personas, yo todavía creía en la bondad y lo que era bueno. Yo creía en ella.

»¿Tenía 8 o 9 nueve años? No lo recuerdo bien, solo sé que fue la peor época de mi vida. Buscaba cualquier excusa para salir de casa, quería sentirme libre y tranquila; entonces ir a la escuela era un escape para mí. No solo eso... ―Ella sonrió con una nostalgia amarga―, ir a la escuela me permitía ver a Elena. Creía en ella, le contaba lo que sucedía en casa, lo que hacía ese hombre conmigo y a mi hermanos. Le contaba todo.

Margo sacudió la cabeza y dejó escapar una sonrisa incrédula. Elevé su rostro bajo con mis dedos por la barbilla para obligarla a verme.

―¿Te traicionó? ―cuestioné.

―Fui muy tonta, nunca sospeché.

Entonces había sido traicionado por su mejor amiga. Siempre creí que su renuencia a hacer amigos se debía a ese muro que ella siempre imponía con las personas, sabía que era para protegerse y evitar ser lastimada, pero no imaginé que alguien la obligó a trazar una línea.

―No vuelvas a decir eso ―dije―, ¿entendido? Ser sincera y confiar no te hace ser tonta.

―Es que los indicios estaban ahí, pero preferí mantenerme en la ignorancia que afrontar la realidad. Eso me hace una tonta.

―Querías protegerte.

Margo sostuvo mi mano con la suya, acunando su rostro ahí y cerrando los ojos.

―No quería sentirme sola ―confesó―. No quería perder a la única persona que estaba a mi lado.

―Nadie quiere eso.

―Sí. ―Ella rio y entreabrió los ojos―. La situación de mi casa se extendió entre mis compañeros, incluso me dieron un apodo horrible. Fui marginada y, antes de darme cuenta, había un enorme muro entre mis compañeros y yo. Mi amiga era la única que estaba de mi lado. Si ella estaba conmigo, el resto no me importaba.

Seduciendo al chefWhere stories live. Discover now