15. Juego de seducción

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¿Siguen aquí?

***

Parecía que estos días dormía con más tranquilidad y tenía sueños más placenteros que esos tres años sin Margo. Si era su ausencia una completa tortura o su compañía era muy adictiva para darme momentos maravillosos y alucinantes.

Solo dormía con ella, acurrucados en la cama sin preocupación; podía sentir su presencia y el delicioso aroma de su cabello en las almohadas; podía escuchar su respiración calmada y percibir su calor bajo las sábanas. Cada instante con Margo era suficiente para calmar mi corazón desenfrenado, que la buscaba cada vez más con frecuencia.

Esa mañana, lo primero que hice fue buscarla, pero al notar el vacío en la cama, alejé el rastro de somnolencia y busqué el reloj en la mesa de noche.

6:15 am.

Me bajé de la cama despacio. Mientras me estiraba, escuché un fuerte ruido proveniente del cuarto de baño, seguido de un pequeño grito ahogado. Era el sonido de algo hacerse añicos, fue un ruido realmente espeluznante de escuchar que despertaba mi preocupación. Me obligué a caminar a la puerta y la abrí sin pensar demasiado.

Ver a Margo con una expresión distorsionada, envuelta con apenas una toalla blanca, hizo que mi corazón saltara de la preocupación. Su expresión no era buena, no era solo eso, en unas de sus manos apretaba con fuerza un bote de shampoo, sus ojos miraban hacia adelante, en la pared.

En el suelo se dispersaron los fragmentos pequeños y grandes del espejo hecho pedazos. Ver esa imagen me hizo conectar las palabras y advertencia de Omar respecto al disgusto de Margo hacia los espejos. ¿Cómo pude olvidarlo? ¿Cómo pude no ser considerado?

―Ann ―le dije.

Entré al cuarto para ir a su lado, pero su sollozo me descolocó por un instante. Notar su cuerpo tembloroso era un golpe demasiado duro de soportar, porque sabía y podía imaginar el sufrimiento por lo que pasaba en estos momentos. Lo sabía, pero no podía hacer nada más que mirar.

―Lo siento ―dijo ella, con la expresión destrozada―. No pude evitarlo, yo... no me gusta. A veces no soporto ver mi reflejo.

―Es mi error ―me apresuré aclarar―. No te muevas de ahí.

Ella estaba envuelta en una toalla, pero no se había duchado todavía; seguía seca. Tenía los pies descalzos, me preocupaba que se hubiera lastimado con los pedazos del espejo en el suelo. Podría tener una herida. La cargué en mis brazos y la llevé de vuelta a la cama, sin recibir oposición de su parte.

―¿Estás bien? ¿Te lastimaste? Déjame revisarte...

Fue en la mano derecha que sostenía el bote de Shampoo donde noté un rastro leve de una mancha roja en uno de sus dedos. Era una herida pequeña que me hizo doler el corazón. Intenté quitarle el bote, pero se aferraba tanto que me resultó un poco difícil convencerla de soltarlo; incluso la punta de sus dedos se había vuelto pálidos por la fuerza que ejercía al presionar contra ese frasco.

―Margo, cariño, todo está bien.

Ella desvió su rostro de mí, luego miró sus manos y soltó el frasco al suelo. Extendió sus brazos en mi dirección, como una niña pequeña que suplicaba por un abrazo. Sonreí con ternura ante su actitud y reacción desconocida, me derretí en sus brazos sin pensarlo.

Si sanaba a Margo, no tenía la certeza de ello; pero lo que ella causaba en mí, dudaba poder sentirlo en otra parte ni con alguien más.

Estaba llena de culpa por el pasado, realmente quería desligarme de la responsabilidad, pero poder tocar a esta mujer se sentía inmerecido en mi situación. En el pasado, llevé a Margo a la desesperación. Justo ahora, seguía repitiendo el mismo error.

Seduciendo al chefWhere stories live. Discover now