6. Ella es mi ángel

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Me froté las sienes para intentar aliviar el persistente dolor de cabeza. Mi hermana discutía con Gustavo en mi oficina, dificultándome obtener un momento de paz. Solo quería tranquilidad, hacían tanto ruido que sentía mi cabeza a punto de estallar.

Alcé la mirada hacia delante, viendo con ojos distantes la conversación bulliciosa que se desataba al otro lado del escritorio. Gustavo fruncía los labios con disgusto, Alice gesticulaba con las manos sin descanso mientras hablaba. ¿Por qué no se iban?

Tenía varios documentos sin revisar, necesitaba pensar en silencio, pero los constantes murmullos en la oficina eran molestos.

―¿Cuándo se irán? ―espeté, hastiado.

―Tu expresión se volvió aterradora, Thomas ―habló Alice, una expresión incómoda se reflejó en su rostro―. A Margo no le gustará.

De nuevo la mencionó. ¿Por qué cuando ella se encontraba en desventaja nombraba a Margo con la intención de ofenderme?

―¿Está mi esposa presente para que la estés mencionando constantemente?

Arrugué el entrecejo más disgustado que antes. Si la usaba de escudo para evitar una reprimenda de sus acciones molestas, solo acabaría fastidiándome más.

―¡Cielos! ―exclamó ella a punto de echarse a llorar―. ¡Qué gruñón!

―Salgan ―pedí.

Al notar mi reciente malhumor, los dos se marcharon de la oficina en silencio. Tan pronto quedé a expensas de la soledad, solté un suspiro profundo lleno de cansancio. Los últimos días no había podido dormir bien, los preparativos del banquete se encaminaban bien, lo que me tenía un poco preocupado era el puesto vacante en el claustro.

De lo tanto que mencionaban a la señorita Moir y esa insistencia que tenían mis padres de contratarla, desplazando mis opciones a un lado como si no valiera nada, me recordaba a mi vida de antes. Era gracioso, hacía mucho tiempo que no me sentía presionado ni hostigado. No deberían tomar esta decisión sin considerar mi opinión.

Sentí un inexplicable vacío acompañado de culpa. ¿Actúe con demasiada crueldad hacia mi hermana? Ella era un poco exasperante y muy habladora, pero a veces solo era insoportable.

Algo había cambiado, algo me estaba devorando. Por más que intentara no podía obtener una respuesta, definitivamente no me sentía lúcido. ¿En qué parte comenzó a salir mal?

No podía ocultarlo más, yo no era feliz en absoluto.

Ah, me sentía agotado. Sentarme en esta silla era una molestia y una responsabilidad que no quería asumir. Sin embargo, no tenía nada más.

En ese entonces, sentarme en la silla del director era el único escape para "estar bien". Ahora no estaba seguro de esa decisión.

"Estoy exhausto"

Aventé los documentos fuera de mi oficina y aflojé la corbata alrededor de mi cuello para liberar presión. Me iba a asfixiar. Sentía como si estuviera atascado en barro.

Abandoné la oficina sin pensarlo. En el estacionamiento frente a la lujosa academia logré vislumbrar con facilidad el auto negro. Salí sin fijar una dirección definitiva, pero a medida que avanzaba, en algún momento, mi mente decidió ir a un lugar en particular.

La avenida era muy silenciosa, de hecho, creía que era la parte más calmada de la ciudad a pesar de estar situada cerca del centro.

"¿Qué estoy haciendo aquí?"

Qué idiota. Debería dar la vuelta y marcharme... pero, aun quería intentarlo. Dejé el auto frente a una casa blanca de dos niveles. Un letrero grande y familiar se alzaba sobre el techo anunciando su propósito, y al leerlo, una vez más me sentí raro. ¿Debería irme?

Seduciendo al chefWhere stories live. Discover now