1. Jugar a enredarse (+18)

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THOMAS LOZANO


Allí estaba ella, durmiendo profundamente. La coraza que construyó a lo largo de los años, ahora parecía ser un castillo hecho de papel cuando yacía sobre la cama, con las sábanas cubriendo las partes estratégicas de su cuerpo desnudo. Se veía hermosa y frágil, el leve rubor que cubría sus mejillas le agregaba cierta timidez a su expresión.

Sonreí.

No podía creerlo, esta interminable espera por fin había terminado. En todo este tiempo aun no podía eludir sentir este fuego que me quemaba por dentro cada vez que la miraba.

Los primeros rayos del sol de invierno inundaron la habitación como haces de luces dorados por la enorme ventana; el único sonido audible era la suave respiración de ella y sus suspiros profundos. Adoraba admirarla, cada detalle de su rostro era precioso y las curvas de su cuerpo me tenían fascinado.

Alcé una mano para acariciar su rostro: ella se removió inquieta en su sitio. Margo abrió los ojos con lentitud, somnolienta; tan pronto su mirada se encontró con la mía, una sonrisa sincera curvó sus labios hacia arriba. Hermosa.

―Hola ―dijo―. ¿Cuánto llevas despierto?

―Mmm ―musité―. No hace mucho.

Me removí en la cama, me acerqué un poco más a ella. Solo necesitaba mirarla para ser feliz y entender que solo ella la quería a mi lado. Ansiaba besarla, devorar esos labios que ella apretaba con los dientes de manera consciente para provocarme. La llama de la pasión se encendió y enseguida noté el calor que ardió por mi cuerpo, la sensación era increíble.

Mi cuerpo entero vibraba, la ansiedad y el deseo me consumían despacio e invitaron mi mano a recorrer la piel suave de Margo; pasé de su rostro a su barbilla, por su cuello a su clavícula, finalmente deslicé con suavidad mis dedos a su espalda para recorrerla.

Margo sonrió.

El descontrol que poco a poco me gobernaba solo pudo incrementarse cuando las manos de Margo se deslizaron por mi torso desnudo. Sentí mi respiración entrecortada, ella se desplazó directo a mi cuello para besarlo y dejar una ligera mordida en mi hombro.

―Me encantas. ―Reí.

Ella se apartó para mírame, dispuesta a responderé, pero mi boca buscaron alcanzar con ansias sus suaves labios, tomándola desprevenida. Las palabras sobraban en esta situación. No necesitaba haberlo, no era necesario. Finalmente, la besé, la abracé y la miré. Estos simples gestos reanudaron el fuego que permanecía latente entre nosotros, el fuego que parecía no tener fin. El deseo me obligaba a no separarme y no me dejaba ceder un solo centímetro, la lujuria que me carcomía por dentro se intensificaba.

La boca de Margo se abrió con lentitud y dejó escapar un suave gemido poco perceptible, era el más sensual que jamás escuché. Un escalofrío me recorrió. Mis manos la recorrieron mientras mi lengua jugaba a enredarse con la suya, saboreándola despacio. Lentamente me deslicé sobre su cuerpo, apartando las sábanas y separando sus piernas antes de colocarme entre ellas.

―Thomas...

―Mmm.

No existía una parte del cuerpo de Margo que no conociera, mis dedos podían recorrerla como un imán que era atraído hacia su piel de manera inexplicable y necesario. Los escalofríos me estremecían, aún más cuando ella deslizaba sus dedos traviesos a lo largo de mi espalda y apretarse a mí.

Mis dedos se colaron en su abdomen, trazando líneas a lo largo de sus curvas, busqué llegar a sus pechos.

―Thomas, no me hagas esperar ―dijo ella en susurro, con la respiración entrecortada.

Seduciendo al chefWhere stories live. Discover now