Never say goodbye

1.2K 168 5
                                    

Sung Hoon me cobijó en la cama y me trajo una bandeja con una taza de café y galletas con chispas de chocolate, como las que me dejaba frente a mi puerta cuando éramos niños.

Lo agarre del brazo antes de que se marchara nuevamente a la cocina y lo atraje hacia mí. Necesitaba un abrazo suyo, le necesitaba demasiado y no quería que se fuera de mi lado. Podría pasar el resto de mi vida aferrado a ese abrazo con tal de no despertar otra vez en la realidad.

 — Tranquilo, Sunnie. Iré a apagar el horno y vuelvo a acostarme contigo, ¿de acuerdo? —asentí con la cabeza como un niño pequeño. Me había transformado en eso después de la noticia, era icónico, pero al final Sung Hoon si había conseguido un hijo porque me cuidaba como si fuera uno. Y muy pequeño, no podía hacer casi nada sin él acompañándome. Me daba miedo hacer algo y estropearlo más. Ya había destruido el sueño de Sung Hoon, no podía arriesgarme a cometer otro error.

Cuando volvió, encendió la televisión y se quitó las pantuflas para colarse bajo las sábanas. Ninguno había ido a trabajar. No quería nada. Nada salvo algo que nunca tuve y nunca tendré.

Rompí a llorar cuando Sung Hoon me estrechó entre sus brazos y mi rostro a la altura de su pecho. Su olor me hería, su respiración me acuchillaba, su voz, su mirada, la forma en que lo sentía quebrarse junto a mí por mi culpa. No me lo merecía, Sung Hoon era demasiado bueno para alguien como yo y recién me daba cuenta.

— Ya, ya pasará. No tienes que preocuparte, me basta con que sigas a mi lado por siempre. El hecho de tenerte ya me hace feliz —lloré con más ganas.

Estuve así unas cuantas horas, cuando me dormí Sung Hoon se quedó viendo televisión, pero sin soltarme ni un minuto. Él era el fuerte en esta relación, yo el inútil.

No quería moverme, ni siquiera pensaba que eso fuera una opción. Quedarme por siempre en mi habitación tal vez fuera lo mejor que podría hacer y dejar que Sung Hoon no sufriera conmigo, no sería tan egoísta para hundirlo en esto.

— Hey, ya despertaste, bonito. ¿Tienes hambre?¿Quieras que te traiga algo? —me dijo en cuanto me vio con los ojos abiertos. Me beso en los labios, pero el beso me supo salado, melancólico y marchito. Sin embargo, lo disfruté.

— No, gracias. Quiero quedarme aquí un rato más.

— De acuerdo. Iré a ducharme —asentí en silencio y lo dejé ir al baño.

Apagué la televisión con el control remoto y me quedé como un objeto. No me moví hasta que Sung Hoon salió de la ducha con una toalla amarrada a la cintura. Como la mañana del día en que me pidió tener un hijo.

Esta vez no lloré, pero sonreí como un loco. Sung Hoon me miró extrañado.

— ¿Sucede algo? —preguntó, buscando unos bóxer en una cómoda.  

— Me gusta tu cabello rubio, mojado, pareces un cachorro recién bañado —en parte era verdad, pero sonreí por otros motivos. Uno de ellos era el imaginar la casa plagada de niños, corriendo de un lado a otro, en su cuando y rompiendo cuanto encontraran a su paso. Y también sonreía porque a pesar de todo esto, me había casado con Sung Hoon. Si me lo hubiesen dicho a los 10 años, lo más probable es que hubiese golpeado a esa persona.

Me levanté, ver a Sung Hoon así, como el niño que conocí a los diez años, con la mirada algo enrojecida, me daba fuerzas. Era un tonto por pensar como lo hice unas horas. Sung Hoon era mío y no lo dejaría ir. 

— Vístete, preparé la cena —le dije. Le besé la mejilla suspirando aliviado de saber que él tampoco me abandonaría. Para que esto funcionara ambos teníamos que ser fuertes, no podía dejar a Sung Hoon solo con todo el peso.

Marry me (Sungsun) - AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora