19 años - Sí o sí

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El sol invernal me molestaba, habían corrido las cortinas de mi habitación y eso logró despertarme. Estaba tan frío que ni la luz me convenció para salir de mi cama, estaba cómodo entre las tibias sábanas y la esponjosa almohada que mamá me había comprado la semana pasada. Era una paz, tranquilidad amortiguadora. Hasta que Yi Soo entró corriendo y se puso a saltar sobre mi cama.

— ¡Es el día, es el día! —gritaba. Se tiró encima de mí y me destapó. Busqué las mantas con mi mano, pero las había apartado hasta dejarlas al borde de la cama. Genial, ahora debía levantarme.

— ¿De qué éstas hablando enana? —le pregunté irritado. Los ojos verdes de Yi Soo brillaban de excitación, algo la tenía muy emocionada. Algo que yo no podía recordar.

— ¡Es el día! —repitió. Le tiré el cabello y la boté al suelo. Se quejó un buen rato hasta que al fin se quedó callada.

— Ahora que estás calmada y no estás aplastándome, me dirás de que bendito día estás hablando.

— ¡Es el cumpleaños de Sung Hoon! —exclamó.

Claro, era el cumpleaños de Rizos. Lo había olvidado por completo. O al menos eso intenté.

— ¿Y por eso me despiertas? —le gruñí. Yi Soo ya tenía dieciséis años y aún seguía siendo bastante infantil. Go Eun cuidaba de ella como si fuera su hija, como JiSoo ya se había marchado hace ya algunos años a Londres para estudiar, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Lía. De cierta manera eso me gustaba, ni Go Eun ni Yi Soo sufrían, se tenían la una a la otra cuando más se necesitaban.

— Si, es que ya es un adulto. ¡Ahora es un hombre! —gritó otra vez. Iba a dejarme sordo antes de que yo cumpliera los 20.

— ¿Y qué se supone que era antes? —ambos miramos hacia la puerta, donde Sung Hoon se apoyaba en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho. Iba en pijama al igual que Yi Soo, tenía el cabello despeinado y se notaba de lejos que recién había despertado.

— Eras un hada —le dediqué una sonrisa burlona y él me devolvió una mirada asesina. Tuve una larga discusión con él después de que me regalara a Nana, le expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal. Le dije que era un acto muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me pasara el enojo por lo de Yeon Tan, que sí quería mi perdón unas simples galletas no bastarían. No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas que le pedí después de ese día.

— Lo importante es que ahora soy un hombre...

— Y mi chofer —agregué rápidamente. Yi Soo estalló en carcajadas.

Cuando Sung Hoon fue a dar su examen para conducir, se puso tan nervioso que término por atropellar a las ancianas de maniqui que colocaban en la pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó todos la parte delantera del auto. Seguía siendo el mismo desastre como conductor que a los diecisiete años.

El auto que papá le regalo para sus 18 seguiría estacionado en el porche una temporada más.

— Al menos tengo auto —me dijo. Entró a mi habitación y se sentó sobre la cama. Con pijama decente. Observé mi pijama, un pantalón y una camiseta con dibujos de vacas. Por las noches hacia frío y en las tiendas no vendían nada más normal que esto. Era mejor que el pijama de donas.

— Pero yo tengo licencia —duro golpe para Sung. Pude ver como se le distorsionaba la sonrisa socarrona que se había formado en su rostro-. Ahora, Yi Soo largo de mi cuarto... tú, rizitos azules, quédate.

Yi Soo se quejó mientras salia, todos los años le hacía lo mismo: ella me despertaba para el cumpleaños de Sung Hoon, él llegaba y yo la echaba.

Marry me (Sungsun) - AdaptaciónUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum