Capítulo 34: Clover y su trasero salvador

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Si bien mamá sigue trabajando mucho, las cenas sin ella ya no son tan malas. Cuando trabaja el turno nocturno en el Hospital de Providencia, y yo estoy a cargo, es noche de comida chatarra y cine.

Acurrucados en el sofá, con mantas envueltas alrededor de nuestras piernas, Tommy, Brisa y yo estamos listos para la fiesta. Clover se niega a que la dejemos a un lado, por lo que se echa en bolita en la alfombra debajo de mis pies. Tiene su hocico lleno de migajas de pizza, y el culpable es mi hermano menor.

—Tommy, deja de darle las sobras a mi perra. Sabes que no puede comer harina —lo rezongo, después de soportar el olor asqueroso de los gases de Clover.

—¡No le estaba dando nada! —gimotea el muy caradura, mientras esconde sus manos regordetas rebosantes de evidencia en su contra.

—¡Mentiroso! ¡Yo te vi! —aúlla Brisa, deleitada de poder hundir a su hermano.

Comienza a saltar en el sofá, señalándolo con el dedo acusadoramente, su manta cae al suelo en cascada sobre la cabeza peluda de la pobre perra que no entiende nada, y estira su cuello en nuestra dirección con mirada desconcertada.

—Eres una mala. Le voy a contar a mamá cuando llegue a casa, Brisa —grita Tommy, mortificado.

Acto seguido, comienzan a pelearse encima de mí: mi hermana salta con agilidad evitando una patada y la ligo yo en la mitad de la panza. Tommy sale disparado detrás de ella, persiguiéndola sin tregua por el pasillo mientras ella chilla con una mezcla de enojo y diversión.

—¡Basta los dos! ¡O no hay más peli ni helado de postre! —les ordeno.

Funciona como un encantamiento, ambos vuelven a sentarse a mi lado con obediencia, y durante unos minutos la casa se queda silenciosa, salvo por las conversaciones de los actores de la película, y los grillos en el patio.

Entonces el momento termina.

—¿Tienes novio, Alba? Se llama River ¿no? —me susurra Brisa, acercándose hacia mí.

La miro boquiabierta, con una rebanada de pizza a medio camino de mi boca.

—¿Qué? —No atino a responderle nada coherente.

Tommy se ríe a carcajadas, quiere ser parte del chusmerío, le brillan los ojos de picardía.

—Albita, no te hagas la boba. Ya la escuchaste. Vamos, cuenta, ¡cuenta! —chilla mi hermano apenas capaz de aguantar la ansiedad por saber la respuesta a la pregunta de Brisa.

—Sí, no te hagas... ¿Te ha besado? —Mi hermana levanta sus cejas con rapidez, y tengo que morderme el labio inferior para evitar reírme.

—¿Fue asqueroso? —sigue preguntándome, implacable.

—¡Eso! —agrega Tommy, masticando un puñado de ositos de goma, con la boca abierta, mostrando un arcoíris de pegote en sus dientes de leche —. ¿Qué tan asqueroso? ¿Nivel brócoli, o jarabe para la tos asqueante?

Pongo los ojos en blanco, y resoplo con fuerza. Ambos sonríen con malicia, con caras de santos: me hacen acordar a esos dos gatos Siameses de la película de Disney "La dama y el vagabundo".

No quiero contestarles, pero mi cara de tonta hormonada me delata de aquí a la China. Lo extraño demasiado, después de la conversación telefónica, y una vez que la adrenalina se evaporó, caí en la cuenta de que estos días sin verlo van a ser extremadamente dolorosos.

Mis hermanos están saltando como Gremlins endemoniados de nuevo, si no pongo orden van a terminar por demoler toda la casa. Finjo estar molesta para establecer un tono adulto y autoritario, mientras los miro con el ceño fruncido.

—Basta los dos. No es mi novio. Y no, no nos hemos besado. No sean metiches que es muy feo —Rezo por que no se den cuenta de mis mentiras descaradas, pero un segundo después de decirlas ya están bufando y haciendo muecas de indignación.

—Pff, eso es pura mierda. Sabemos que ustedes dos se han besuqueado. Los vimos en el patio, somos niños, no ciegos —retruca Tommy, con total aplomo.

—La boquita, señor. Cuidadito —Quiero decir algo más, pero Brisa me interrumpe.

—También escuchamos la conversación que tuvieron por teléfono, somos excelentes espías secretos.

Brisa se pone en pose de "vigilancia", mientras Tommy envuelve sus brazos alrededor de sí mismo, haciendo sonidos de besos en el aire.

¡Dios mío, estos demonios no van a dejarme en paz!

Subo el volumen del televisor, pero la película es aburrida y no les llama la atención. Dos minutos más tarde, vuelven a entrometerse en mis asuntos, deleitados por la curiosidad. Mi vida amorosa los hipnotiza como abejas a la miel.

Tommy empieza otra ronda de burla a los besos, y Brisa le golpea el brazo con fuerza.

—¡No es así, bobo! —le grita, negando con la cabeza.

—¡Que sí! —retruca mi hermano, ofendido.

—¡Que no!

Ella rebota en el sofá y salta hacia la esquina del living mientras nosotros la seguimos con la mirada. Brisa se para dándonos la espalda, y finge que alguien la está abrazando mientras se contonea y hace todo tipo de ruidos inapropiados.

Tommy se revienta de risa, y Clover vuelve a tirarse gases. Huelen a podrido. Genial.

—Puaj, ¡Clover se tiró un pedo! —exclama Tommy, arrugando la nariz.

—¿Recién te das cuenta? Hace rato que se está tirando pedos, pasa que no los hueles porque están tapados por los tuyos, chancho —le contesta Brisa.

Ambos salen corriendo de la habitación. Miro a mi perra y suspiro derrotada. Esta noche no podría ser más extraña.

Brisa regresa con una camiseta envuelta alrededor de su rostro como una máscara, con solo un pequeño espacio abierto para sus ojos. Parece una ninja. Tommy ríe dos notas agudas y brillantes. Lo miro, y me doy cuenta de que él también está con una camiseta. Me lanza una para mí.

—¡Sálvate de la peste letal! ¡Sálvate mientras puedas, Albita! —me dice, riendo a carcajadas.

Son insoportables, pero su alegría es contagiosa.

No puedo evitar unirme al alboroto mientras me ato la remera alrededor de mi cara como ellos. Parecemos tres mosqueteros muy precarios.

Así es como vemos el resto de la película: con las benditas camisetas tapándonos el rostro.

Sentada entremedio de mis dos hermanos menores, sus pies enredados en mis piernas y sus cabezas apoyadas en mis brazos, agradezco silenciosamente a Clover y a su trasero apestoso por haberme salvado de más preguntas bochornosas.








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N/A

Este capi es de esos que puede leer mi mamá.

El que viene... no tanto.

*huye*

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