Capítulo 8: El regreso

Comenzar desde el principio
                                    

     – Llevamos una semana huyendo de ellos     – Elena responde la pregunta no formulada      –. ¿Tú cómo lo llevas?... Pues, todo esto.

     ¿Qué cómo lo llevo?

     Bueno, ya con que no esté dándome de bruces contra una pared, parece indicar que lo peor ha pasado.

     – Aún estoy cuerda    – me limito a contestar.
    
   
     Ella ríe en comprensión restándole importancia a mi confesión     –. Cualquier otro ya estaría de camino al psiquiatra      –. Concuerdo con ello, y mira que he pensado darme una vuelta por ahí en estos largos minutos. De igual forma deja el tema a un lado observando nuestro alrededor notando que falta una presencia      –. ¿Y el cazador Liam?

    – Dejó una nota diciendo que en una hora regresaba      –. Señalo el trozo de papel demasiado grande para las pocas palabras escritas en el material      –. Supongo que no debe faltar mucho     –. Me encojo de hombros sin saber qué otra cosa decir.

     Deseo hacerle tantas preguntas, estando solas las dos quizás podría llenar algunos espacios, bueno, que los llene todos porque la verdad no he entendido nada.

     – Lis, quiero darte las gracias por la ropa, el que nos dejaras quedar aquí y sobre todo por lo que hiciste ayer… Salvaste nuestras vidas y nunca podré pagártelo   –. Levanto la vista para darle una sonrisa, jamás me habría perdonado si les hubiera pasado algo cuando podía evitarlo     –. Me preguntaba si arreglaste las cosas con tu madre     –. Se estruja los dedos jugando con la tela de la ropa demostrando nerviosismo al tocar un tema que por cuestiones evidentes me afecta demasiado.

     – La verdad es que no, está en su habitación, pero tarde o temprano tendrá que decirme todo   –. Tomo una bocanada de aire para sacar fuerzas, ya no puedo seguir esperando    –. Elena no quiero incomodarte, pero tengo que preguntar o me volveré loca. Ella dijo que esas cosas y ustedes … son peligrosas. ¿Qué son ellos, y, sobre todo, qué son ustedes?     – lo dejo escapar de corrido liberando el atoro en mi garganta sin ápice de delicadeza.  

     El silencio crece y no sale ni una palabra de la chica, todo cuanto hace es quitar una pelusa invisible de su ropa y perder la mirada en el suelo. La desesperación me gana conforme el tiempo pasa. Un momento después su expresión se torna decidida.

     Rezo para que se resuelva a contarme y no mandarme al infierno.

     – De acuerdo, voy a contarte, pero debes saber que Liam y yo jamás le haríamos daño a ustedes ni a nadie     – su insistencia deja en claro la importancia de iluminar ese punto.

     – Lo sé    – me apresuro a decir y qué mejor evidencia que aún sigo con vida.

     – Bien      –. Exhala como si se preparara para ello     –. Lis yo soy una Hechicera       – confiesa y por impulso retrocedo buscando sostenerme de la isla en medio de la cocina.

     ¡Mierda!
     ¿En qué lio me he metido esta vez?
     Elena aguarda unos segundos, con cara de estar esperando a que salga corriendo con la espumadera en mano gritando: ¡Nos invaden las Brujas!

     Bueno, pero quién me podría culpar, una persona medianamente cuerda lo habría hecho, pero nadie dijo que lo fuera, y aquí estoy, con cara de sonsa petrificada.

     Es oficial, mi suerte es un asco.

     De todas las criaturas de cuentos que se me pudieron aparecer, como un hada o un genio, me tocan los hechiceros y su sequito de pesadilla que me consideran el postre. Sí, ¿por qué no?

La flor de LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora