Lo prometo. (Capítulo 28)

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Apreté los ojos, y salté. Al instante sentí a Jimin tomarme de la cintura tratando de frenar la caída, y con mi peso, hice que ambos cayéramos en el césped.

—¿Estás bien? —pregunté preocupada al haber caído sobre él.

—Estoy bien —se rió.

—Lo siento —me encogí de hombros, divertida.

—Bien hecho, esa es mi chica —me sonrió, acariciando mi mejilla.

Nos pusimos de pie y caminamos por el césped hasta llegar al auto de Jimin. Entramos y él encendió el motor poniéndolo en marcha.

"Tú si que debes estar loca para haberte escapado semidesnuda de casa." Me habló mi pequeña subconsciente.

Tenía algo de razón.

—¿A dónde vamos? —pregunté después de algunos minutos de conducir por las calles.

—No lo sé.

—¿Qué?

—De verdad, no tengo idea de a dónde ir, sólo conduzco —se encogió de hombros.

—Que secuestrador tan aburrido eres.

—¿Disculpa? —me miró divertido.

—Deberías haber tenido un plan, ¿no crees? —arqueé la ceja.

—De acuerdo, ya sé a dónde iremos.

Conducimos durante algunos minutos más, y nos alejábamos de la ciudad cada vez más. Comenzamos a subir por una colina. La calle inclinada estaba completamente desolada.

Al llegar a la cima, Jimin apagó el motor.

—¿Dónde estamos?

—En el mirador.

—¿El mirador? —pregunté entusiasmada.

—Sé que te encantan las luces nocturnas —me sonrió—. Espera aquí.

Jimin bajó del auto y lo rodeó por el frente para abrirme la puerta. Lucía tan atractivo, varonil, y sexy como siempre. Llevaba unos jeans rasgados de las rodillas con esa caída que me encantaba, una sudadera negra, converse grises, y una gorra negra hacia atrás.

Miré hacia abajo para ver mi ropa. Me había encontrado justo después de la ducha y traía simplemente mi camiseta blanca bastante ancha y mis diminutos shorts grises. Y entonces me di cuenta, que ni siquiera me había dado tiempo de ponerme los zapatos. Llevaba los pies desnudos.

"Tú si que eres todo un caso." Habló mi pequeña subconsciente.

Jimin abrió mi puerta y me dio la mano para que bajara.

—Jimin...

—¿Qué pasa?

—Es que... olvidé ponerme los zapatos —apreté los labios.

Jimin miró hacia abajo para encontrarse con mis pequeños pies desnudos, y al instante comenzó a reír.

—Basta, no es gracioso.

—Tú siempre me sorprendes —dijo aún riendo.

—Tú tuviste la culpa, llegaste sin avisar.

—¿Y no pudiste habértelos puesto mientras yo bajaba?

—Lo olvidé...

—Sabes, eres genial. Eres simplemente única —me sonrió ampliamente. Le había hecho mucha gracia.

—Si tú lo dices...

—Ven, vayamos a disfrutar de la vista —me extendió su mano, y la tomé.

Una flor sin pétalosWhere stories live. Discover now