Lo prometo. (Capítulo 28)

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Entonces me di cuenta, que Jimin había entrado a mi habitación por la ventana.

Intenté zafarme de su agarre, pero me apretó aún más fuerte a él, impidiendo que me moviera. Comenzó a besarme húmedamente el cuello.

Mi cuerpo se estremeció por completo al sentirlo tan cerca. Al estar bajo su completo control. Al sentir toda su hombría detrás de mí. Casi al instante, dejé de poner resistencia.

¿A quién quería engañar? Realmente deseaba a este chico.

Cerré los ojos dejándome llevar por sus húmedos y placenteros besos sobre mi piel. Me soltó y me giró para besarme en los labios. Me abracé a él al instante y caminamos rápidamente hacia atrás hasta que mi espalda quedó pegada contra la pared. Me tomó ambos brazos subiéndolos y colocándolos a cada costado de mi cabeza.

No dejaba de besarme ni un segundo. Se acercó más a mí, a pesar de no haber más paso por la pared. Nuestros cuerpos estaban tan juntos, que incluso nuestros corazones se besaban.

Nos separamos por un momento tratando de recuperar el aliento.

—¿Qué haces aquí? —pregunté con la respiración agitada.

—Ya te lo dije, he venido a secuestrarte —me respondió agitado, pero divertido.

—Nunca pensé que hablaras en serio.

—Claro que hablo en serio, por eso estoy aquí.

—Jimin, déjate de tonterías.

—¿No me crees? —arqueó la ceja.

—Bueno, entraste a escondidas de noche por mi ventana en el segundo piso, tal vez te creo un poco.

—Entonces es mejor que no ponga resistencia, señorita —tomó mi brazo y caminó hacia la ventana.

—¿Qué haces? —pregunté confundida.

—Te robaré por unas cuantas horas.

—¿Saldremos por la ventana? —abrí los ojos. Estaba loco.

—Bueno, no conozco bien a tu padre, pero estoy seguro de que me dejaría estéril si se entera que entré a la habitación de su hija a escondidas. Así que es mejor que no nos vea.

—Pero, no saldré así —dije apuntando a mi ropa.

—Así estás más que perfecta —dijo contemplándome de pies a cabeza. Recorriéndome las piernas desnudas con la mirada.

Jimin salió por la ventana y tomó agarre del árbol que había casi a un lado. Ágilmente bajó por las ramas, y saltó para quedar en tierra. Lo hizo ver realmente sencillo.

—Ven, salta —dijo en voz baja para que mis padres no nos escucharan.

—¿Qué? ¿Saltar? —pregunté de igual manera.

—Vamos, yo te atraparé.

Dudosamente, saqué mis piernas por el marco de la ventana, después saqué el resto de mi cuerpo, tomé agarre de los costados y miré hacia abajo. Jimin me observaba atentamente, esperando a que saltara.

—No puedo hacerlo —dije con temor.

—Vamos, tú puedes.

—No, no puedo hacerlo...

—¿Confías en mí?

—Eso creo...

—¿Confías en mí? —volvió a preguntar, esta vez seriamente.

Si te confié mi corazón, es lo mismo a confiarte mi vida.

—Sí, confío en ti.

—Entonces salta.

Una flor sin pétalosWhere stories live. Discover now