¿Los Ángeles? (Capítulo 27)

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Los pequeños rayos de luz que entraban por la cortina de la ventana me lastimaban. Apreté los ojos y comencé a moverme tratando de evadir la luz, pero me impedían moverme. Cuando abrí los ojos él seguía ahí.

Estaba profundamente dormido. El cabello demasiado alborotado, y la boca ligeramente abierta.

Por fortuna ya había llegado el fin de semana. Era sábado, y era el día de regresar a casa. 

—Buenos días  —me acerqué a él y le mordí suavemente la oreja.

Jimin dio un pequeño salto y abrió los ojos.

—Buenos días...—me respondió aún adormilado, con una pequeña sonrisa en los labios.

—¿Quieres dormir más tiempo?

—No, ya es hora de que me levante. ¿Qué hora es? —dijo dando un gran bostezo.

—Las 8:36 am.

—Bueno, aún es temprano, ven aquí —me jaló del brazo hacia él y caí suavemente sobre su pecho. 

—Jimin, deberías ponerte la camiseta —dije mirando perdidamente su bien trabajado abdomen.

—¿Por qué?

—Me distraes—me mordí el labio.

—¿Entonces te gusta? —arqueó un ceja y me sonrió.

Más de lo que crees. 

—No, pero si tu mamá llega a entrar y nos ve así, no será bueno.

—Descuida, puse el seguro. 

Nos quedamos en silencio durante varios minutos, simplemente disfrutando del tacto del uno del otro. Yo estaba recargada en su pecho, y él me abrazaba gentilmente.

—¿Sabes algo? —rompió el silencio.

—¿Qué pasa?

—Nunca antes había dormido con alguien que no fuera mamá, o los chicos. 

—¿En serio?

—Sí, de hecho es la primera vez que duermo con una de mis novias.

—Una de tantas... —puse los ojos en blanco.

—¿Eh? ¿Una de tantas?

—¿O me equivoco?—me sentía molesta.

—Pues sí, te equivocas.

—Sí claro...

—Escucha—me apartó de su pecho y me recostó sobre la cama para verme a lo ojos—. Tal vez soy popular entre las chicas, pero no soy un mujeriego.

—¿De verdad?—lo cuestioné.

—De verdad. ¿Tan mal concepto tienes de mí?

—Bueno, tengo mis razones para pensar que lo eres...

—¿Cuáles?

—Hace unas semanas, la primera vez que nos besamos... Te fuiste con la tonta rubia plástica al siguiente día, sólo jugaste conmigo —puse los ojos en blanco. 

—¿Tonta rubia plástica? —Jimin se echó a reír.

—No es gracioso...

—Lo siento, es gracioso por cómo lo dices.

—Eres un mujeriego —estaba molesta.

—Giselle, escúchame. Esa fue una enorme estupidez de mi parte, lo sé. Las razones ya no importan, pero créeme, no soy un mujeriego.

Una flor sin pétalosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora