13. Ella era el ojo del huracán.

Start from the beginning
                                    

―No, director.

―Discúlpenos por quitar su valioso tiempo.

―Entonces regresen a salvo a casa, señores ―dije con una sonrisa. Relajé mi cuerpo con más calma, la tensión que acumulé por tonterías se fue disipando.

Luego de que los profesores abandonaran mi oficina, guardé algunos documentos sobre el escritorio, prometiéndome que los retomaría mañana. Caminé al estacionamiento a pasos apresurados.

Cerca del auto negro, reconocí a Amanda andar a pasos de tortuga en la cercanías con una extraña actitud sospechosa: tenía en las manos un montón de carpetas.

―¿Qué haces? ―Le dije―, ¿aún no te has ido? ¿Te ayudo? ―Me ofrecí con amabilidad.

―Uh, gracias.

Me dio la mitad de los documentos con una sonrisa afable.

―¿A dónde te diriges? ―quise saber.

―Necesito conseguir un taxi.

Hasta donde tenía entendido, Amanda vivía con sus padres en unos residenciales al otro extremo de la ciudad: de haber estado en un lugar cercano al apartamento, me habría ofrecido a llevarla.

―¿Es demasiado pedir un aventón? ―pidió ella, nerviosa.

Demasiado.

Solté un suspiro profundo.

―Solo hasta la carretera principal ―accedí.

―Es suficiente, es más fácil conseguir taxis ahí que aquí.

Esbocé una sonrisa pequeña. Ella tenía razón. La academia era un sitio bastante exclusivo, en donde los estudiantes contaban con sus propios autos o choferes que hacían todo por ellos: el acceso era restringido y raras veces se podía encontrar vehículos como los taxis pasando de largo frente a la academia.

No era un problema para mí, ni para muchos. Así que en varias ocasiones, acompañé a Amanda hasta la carretera, e incluso un poco más allá, por eso llegué a enterarme de sus asuntos familiares. A ella le gustaba platicar mucho, pero la situación era diferente ahora.

Mientras me dirigía al auto, reconocí una cara familiar que salió de un vehículo blanco estacionado a unos metros.

―Director... ―me llamó Roxy, apresurada.

―Uh... ¿qué haces aquí todavía? ―pregunté, confundido―. ¿Y mi esposa?

―Ella quiso esperarlo... ―Roxy miró a Amanda de manera sutil―. Está en el auto.

¿Esperar? ¿Margo me esperó?

Miré a Amanda de reojo, quien noté con una expresión rara, llena de confusión. No importaba.

Volví a cerrar la puerta y me encaminé hacia el auto blanco que estaba estacionado a unos metros. Abrí unas de las puertas traseras del auto, donde encontré a Margo apoyada en el respaldo del asiento con los ojos cerrados. Estaba durmiendo.

Sonreí.

Volví a levantarme y miré a Amanda con suspicacia. Me encaminé en su dirección y le entregué las carpetas.

―Me temo que no podré llevarte.

―¿Qué hay de llevarme a la carretera principal? ―sugirió con una expresión triste.

Le entregaría las llaves de mi auto para que tuviera un transporte, pero la idea quedó descartada de inmediato al caer en cuenta que a Margo no le agradaría esa situación. Me haría meterme en conflictos con ella.

Seduciendo al chefWhere stories live. Discover now