Comienzo a caminar, entrego mi bandeja y salgo del comedor. Llego a la recepción de Lilly.

—¿Emily? —alza una ceja cuando me ve apoyada en el mostrador.

—Debo hablar con la Doctora, ¿sabes si se encuentra?

—Eso se lo debes preguntar a su secretaria.

Me doy cuenta que Lilly no debe tener idea de lo que sucedió en la oficina de la Doctora el otro día, de otro modo no me mandaría ahí con tanta seguridad.

—Gracias Lilly.

Me mira confundida, lo sé, no soy de las personas que agradece, pero esta palabra vale mucho ahora, ella me consoló cuando lo necesite.

Toco tres veces antes que alguien me abra, es la secretaria de la Doctora.

Abre los ojos como si estuviera viendo a un fantasma.

—¿Qué haces tú aquí?

—¿No me dejaras entrar? —levanto una ceja.

—Si vuelves a hacerme daño, te juro que....

—No lo haré.

La chica duda unos segundos y luego abre la puerta para dejarme entrar. Veo que no está sola. Dos hombres están en la habitación, sus trajes negros los delatan de ser guardias. ¿Qué hacen guardias a los costados de la puerta de la Doctora?

La chica se sienta en su escritorio y teclea en el teléfono. Al rato después corta.

—Entra —me indica cortante e inexpresiva —ella te atenderá.

Me acerco a la puerta y los dos hombres me observan.

—¡Las manos! —exclama uno de ellos.

—¿Qué? —pregunto confundida.

—¡Tus manos! —repite.

Alzo las manos hacia delante y las pasa hacia atrás de mi espalda.

—¿Que hacen?

El sonido de algo metálico me advierte de lo que intentan hacer.

—¡Quédate quieta!

Toma las esposas y me las coloca en cada muñeca.

—¿Esto es necesario?

Ambos se quedan en silencio. Abren la puerta de la oficina y me empujan.

La Doctora debe haber pedido resguardo, seguramente lo hizo por mí.

Me espera afirmada del escritorio con los brazos cruzados. Me acerco en forma de delincuente o por lo menos esa sensación me da. Debe creer que de esta manera no intentaré hacer nada, como si esto realmente pudiera detenerme.

—¿Qué haces aquí Emily?, te he suspendido tus sesiones hasta nuevo aviso —tenerme esposada le da seguridad, lo noto.

—Vengo a pedirle algo.

—¿A mí?, ¿Estás segura?, creo no ser la persona indicada, ya que hace algunos días me agrediste aquí en mi oficina.

—Es mejor dejar el pasado atrás, ¿no cree? —digo con ironía.

—Me lo dice una criminal.

—No he venido por lo que pasó.

—Y yo pensé que unas disculpas no estarían mal, ¿pero que estoy diciendo? —dice con sarcasmo —no me puedo esperar nada de una huérfana como tú.

Sonrío y muevo mi cabeza hacia ambos lados.

—¿Cree que eso me hiere o me hace sentir mal?, será mejor que busque nuevos insultos, porque esos no funcionan conmigo.

Mi Telequinesis © [En Edición]Where stories live. Discover now