PELIGROSA OBSESIÓN ✤ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿ

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¡Es que no es posible! ¡Ni siquiera se giró a verme cuando coqueteaba descaradamente delante de él con alguna de las otras del lugar!

Al parecer de verdad... de verdad ya no le importó ni en lo más mínimo.

Llegué a mi casa y me tiré exhausto en mi lindo sillón, había ido a la oficina de Yunho y se me había hecho tarde allí. Tomé el control y prendí la tele.

—Conquístalo, llevándole música a la puerta de su casa. Estamos completamente seguros de que caerá rendido a tus pies.

No puedo creer que la tele me acabara de decir eso. Era como... una sugerencia. Pero... ¿de dónde voy a sacar yo músicos a estas horas y un lunes?

Beomgyu se acercó a mí y se sentó a mi lado.

—¿Qué te pasa? —me preguntó.

—No te importa, ocultador de información —le dije resentido.

—Si lo dices por Yeonjun, de verdad te digo que no sé qué le pasa. Te juro que hoy le pregunte, y me dijo que de verdad ya no quiere tener nada que ver contigo, y que si para hacer eso tendría que dejar de hablarte y mirarte, pues que estaba dispuesto a hacerlo.

—¿Me hablas en serio? —dije sin poder creerlo.

—Eso me dijo él —aseguró.

—Tengo que irme —dije y me puse de pie —No me esperes despierto...

Corrí hasta el baño duché, me cambié y salí de mi casa lo más rápido que pude. Ya eran las 12 de la noche y si seguía perdiendo mi tiempo iba a llegar más tarde aún.

—¿Están listos? —les pregunté. Todos ellos asintieron. Había estado casi 2 horas buscando músicos y les había ofrecido el doble de lo que cobraban para que vinieran conmigo —Cuando escuchen un regaño, luego de eso... comienzan a tocar.

Todos volvieron a asentir. Los hice subir en el ascensor y nos bajamos en el piso 6

Yo ya había encontrado la forma de entrar al edificio sin que nadie me abriera con la llave. Eso se llama ser un genio. Les hice un gesto para que se quedaran escondidos del lado de los ascensores, mientras yo iba hacia el loft. Me acomodé bien y respiré profundamente.

Mi plan de arrepentimiento y conquista comenzaba aquí. Toqué el timbre, y luego miré mi reloj. Maldije por lo bajo al darme cuenta de que ya eran las dos de la mañana. Pero ya estaba jugado, no iba a irme hasta que me atendiera...

Volví a tocar, ya que nadie contestaba. Volví a hacerlo dos veces más.

—¡Ya va, maldita sea! —lo escuché gritar desde adentro.

Eso, para nada, pero para nada, es un buen comienzo. La puerta se abrió y su figura estaba metida dentro de una holgada playera, le llegaba hasta por apenas arriba de las rodillas. Tenía el pelo todo desordenado y una cara de dormido terrible. Sus ojos se abrieron bien.

—¡Grítame, aviéntame con lo que quieras, golpéame, ódiame, pero ya no me ignores! Me estas acabando —le dije antes de que me pudiera decir algo.

—No puedo creerlo —habló él— ¡Son las dos de la mañana Choi, estaba durmiendo! ¿No pudiste decirme esto mañana en la Universidad?

La música comenzó a sonar y él frunció el ceño. Yo sonreí para mí mismo. Él clavó sus ojos en mí.