Yuyek Sesh. Ni Weh Sesh.

94 14 5
                                    

A N A S T A S I A

No debían de voltear u observar a los extraños en las carreteras. Se mantenían ocultos y con las cabezas gachas en las laterales entre los árboles, mientras las personas que se encontraban desaparecían en el camino. Anastasia siempre levantaba la cabeza antes de cuando debía, le gustaba ver a otras personas, sentir que aún había personas en los caminos ajenos a su guerra, viajeros solamente. Observaba sus espaldas con precaución, se fijaba en los detalles y luego se escondía nuevamente.

Una vez caminando, continuando con su camino, Anastasia se repitió las características del chico que justo había pasado en un abrigo largo y pesado que caminó junto a ellos sin percatarse de su presencia. Aún bajo la tenue luz del joven amanecer, Anastasia había podido apreciar su cabello, era de un dorado oscuro, alto y musculoso, pero no demasiado, su abrigo tenía un parche en el codo de diferente color y el final del abrigo estaba mal cortado, como el de... como el de Cillian.

Anastasia se detuvo en seco y dio media vuelta, intentó regresar tan rápido al camino que no se dio cuenta de los arbustos y ramas secas que había en el camino, había tantas y se enredó con su ropa que cayó de rodillas, cuando intentó levantarse se le torció el pie al pisar mal y cayó nuevamente. Dakarai la levantó sencillamente entre risas, preguntándole qué hacía. Pero una vez que ella estuvo en pie comenzó a correr.

—¡Cillian! —gritó con fuerza mientras corría, euforia recorriendo su cuerpo en un escalofrío—. ¡Cillian!

Por un segundo Anastasia creyó que se había equivocado, que la emoción de reencontrarse con su hermano la había hecho ver personas donde no las había, igual que en el pasado. Porque era una verdadera locura que su hermano estuviera en Ravka, él estaba a salvo en Kerch. El hombre se dio vuelta, el pelo estaba largo, había barba en su rostro, pero era él, era su hermano, mismos ojos azules brillantes, misma enorme sonrisa con hoyuelos, y estaba corriendo la poca distancia que quedaba hacia ella.

Cillian la recibió con fuerza, cargándola y dándole vueltas. El aire se le iba un poco de los pulmones a Anastasia. Lo extrañaba, lo había hecho demasiado y estar abrazando a su hermano parecía algo irreal. Cillian era cálido y su hogar y había deseado tanto ese momento, ocultarse del mundo entre los brazos de su hermano. Mientras lo abrazaba, el temor por su enojo se redujo un poco.

Anastasia no supo cuánto tiempo estuvieron abrazados, ella de puntillas y ambos aferrándose al otro. Se separaron solo un poco, los brazos de Anastasia seguían alrededor de su hermano y las manos de Cillian la tomaban de cada lado de su rostro. Anastasia no había aguantado las ganas de llorar, sus ojos estaban borrosos por las lágrimas acumuladas, pero en comparación su hermano lloraba completamente y tenía sus ojos rojos al igual que su piel de al rededor.

—Tú cabello está más largo —dijo Anastasia temblorosa, jalando las puntas que terminaban más allá de sus hombros. La última vez que vio a su hermano, antes de que el Oscuro la secuestrara, él tenía el cabello ligeramente largo, le caía un poco a cada lado de su rostro.

—Y el tuyo más corto —formuló con voz aún más temblorosa. Infló sus mejillas con aire que después soltó lentamente. Se tambaleaba entre sus pies, como un niño entusiasmado—. Tus ojos... —Anastasia bajó la mirada apenada. Cillian besó su frente como siempre lo hacía su padre y después él—. Se ven bien, hermana.

—Pasó tanto tiempo... —su voz se rompió y tuvo que volver a abrazarlo. Nunca habían estado separados tanto tiempo, en especial no desde hace cinco años, y mucho menos en una situación como esa.

Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov Donde viven las historias. Descúbrelo ahora