Viejos Amigos en las Estrellas

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A N A S T A S I A

El vestido era de un precioso verde opaco de una tela ligeramente brillosa. Se ajustaba justo en su cintura, la tela se cruzaba en dobleces en su pecho, había una tira delgada de tela café claro que también se recorría ligeramente por el escote; otra tira de flores verde oscuro de tela caían ligeramente por cada brazo. La falda se abría en triángulo después de su cintura y el tren del vestido era un poco largo, se veía precioso. Hubiera utilizado una versión más sofisticada de su kefta de no ser por la insistencia de la Reina.

Anastasia deseaba tanto que su familia pudiera verla en ese momento, con un precioso vestido elegante, lista para ir a bailar a un palacio lleno de aristocracia. Siempre la vieron en vestidos hermosos siendo una niña, jamás pudieron verla siendo una mujer. Cillian siempre le presumía de las fiestas a las que él asistía, Erik bailaba con ella después de pelearse con Cillian. Su madre la dejaba usar sus joyas mientras se alistaba para salir, la dejaba usar sus zapatos elegantes y ayudarla a vestirse antes de ir a algún evento. Su padre siempre la hacía practicar bailes con él, decía que practicaban para el día de su boda, ahora eso jamás pasaría con su padre.

—¿Llamaste? —Tamar asomó la cabeza por la puerta, sacándola de su cabeza. Anastasia le entregó unas tijeras.

—Corta mi cabello.

—¿Qué?

—Córtalo, por favor.

—¿Qué necesitas que haga? —le preguntó una vez más Tamar, perpleja, sin estar segura.

—Córtalo —dijo con seguridad—. Abajo de los hombros y en capaz —recordó lo que Genya quería hacer.

Su cabello fuertemente chino se extendía hasta más abajo de su cadera en una uniforme caída hermosa, negra y sedosa. La tenía harta.

—¡Estás loca!

—No. Quiero que lo cortes, rápido que se hace tarde. Por favor —pidió suplicante.

—Voltéate... —dijo para nada de acuerdo con la situación. Le colocó la bata sobre sus hombros, cuidando que cada le cayera al vestido. Se detuvo—. Pero me gusta tu cabello así de largo.

—Pero me estorba para pelear y ya está muy pesado. Córtalo ahora o me arrepentiré.

—De acuerdo —dijo con pesar.

Tamar cortó su cabello pedazo por pedazo con unas tijeras. Hizo lo que pudo para que quedara por capas por Anastasia quería. Le dejó un par de mechones cortos que le caerían como marco en el rostro, creyó que se le verían bien y así fue. Le costó trabajo pues era mucho y por los rizos era difícil, nada comparado con su cabello, pero se las arreglo decentemente.

Cuando terminó, Anastasia se vió al espejo y se cubrió la boca con las manos. Miedo cubrió el rostro de Tamar pues le había quedado más corto de lo que ella había pedido, pero Anastasia se volteó a abrazarla con emoción.

—Está perfecto —dijo examinando los pocos rizos que caían sobre su rostro—. ¡Gracias!

El escote del vestido dejaba ver su collar, Anastasia no estaba segura de querer llevarlo, el vestido no tenía mangas y el tatuaje que tanto ocultaba quedaba descubierto. Tamar se quedó mirando su collar, resplandecía bajo la luz y la hacía resaltar. Después bajó a ver su tatuaje manchando su piel, haciéndola casi propiedad. Tamar sonrió detrás de ella, apretó sus hombros y salió rápido.

Entró una vez más con Tolya detrás de él. Se detuvo en seco al verla con su cabello corto, una sonrisa se dibujó en el costado de sus labios y continuó caminando. Dakarai entró detrás de él, comenzó a silbar.

Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov Where stories live. Discover now