La Ciudad de los Sueños

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A N A S T A S I A

Por la mañana salieron a Os Alta. Anastasia tenía su kefta azul con blanco que se sentía tan ajena en ella. Siempre un par de pasos detrás de Alina. Cabalgaron en hermosos caballos blancos detrás de Nikolai, siempre flanqueadas por soldados, Nikolai quería que todos vieran a Alina. Todos con la doble águila de Ravka y estandartes con banderas que llevaban soles dorados.

Era una mañana cálida y tranquila, con un viento ligero. Anastasia dormitaba un poco, normalmente se dormía en los caminos al no dormir bien en las noches, pero quedó totalmente despierta cuando a la distancia se veía Os Alta, con sus agujas doradas y hermosas construcciones, la famosa Ciudad de los Sueños; y entre ellos y la capital, en perfecta formación militar, eran filas y filas de soldados armados del Primer Ejército, infantería, caballería y oficiales, las empuñaduras de sus espadas y sus rifles brillaban bajo el sol.

Un hombre avanzó ante ellos. Llevaba un traje de oficial cubierto de medallas y montaba uno de los caballos más grandes que Anastasia había visto jamás. Nikolai databa mirando al jinete que galopaba por delante de las filas y suspiró.

—Ah —dijo—. Parece que mi hermano ha venido a darnos la bienvenida.

Bajaron la pendiente con lentitud, hasta detenerse frente a las masas de hombres reunidos. Nikolai hizo avanzar a su caballo, y su hermano fue a medio galope para encontrarse con él. Su hermano era bastante guapo, aunque tenía la barbilla débil, y sus ojos tenían los párpados caídos que lo hacía parecer aburrido o ligeramente borracho. Se sentaba recto sobre su montura, irradiando arrogancia y nobleza. A su lado, Nikolai parecía increíblemente joven.

Anastasia sintió un poco de miedo. Nikolai siempre controlaba tan bien cada situación que le resultaba fácil olvidar que tan solo era poco más de un año mayor que ella, un muchacho capitán que esperaba convertirse en un muchacho rey.

Siete años desde que se había visto en la corte al joven príncipe, y Anastasia no creía que los hermanos se hubieran visto en todo ese tiempo, pero no hubo lágrimas ni saludos a gritos. Los dos príncipes simplemente desmontaron de sus caballos y se abrazaron brevemente, casi forzosamente. Vasily observó su comitiva y se detuvo significativamente en Alina.

—¿Así que aseguras que esta chica es la Invocadora del Sol?

Nikolai alzó las cejas. Su hermano no le podía haber dado una oportunidad mejor.

—Es muy fácil demostrar lo que aseguro.

Asintió en su dirección. La sutileza está sobrevalorada. Alina levantó las manos e invocó una resplandeciente oleada de luz que golpeó a los soldados en una cascada de calor. Ellos se protegieron con las manos, y algunos retrocedieron mientras sus caballos se asustaban y se quejaban. La luz se desvaneció, y Vasily aspiró por la nariz. Volvió a mover la vista hasta caer en Anastasia, su mirada estaba llena de furia y ella tragó profundo.

—Y traes a casa un poder desconocido que bien podría perjudicarnos. Y por lo que he oído ni siquiera es de Ravka, sino de Novyi Zem si no me equivoco —escupió con desdén.

Nació en Ravka y se crió en las colonias Kerch. Claramente, el príncipe solo se estaba guiando en su color de piel para adivinar su origen. Cómo si eso lo determinara.

Anastasia le ganó a Nikolai para hablar. Fuerte y claro, asegurándose de que los soldados de al rededor escucharan.

—Primero fui y siempre seré de Ravka, Majestad. Nací y crecí aquí y me alegra haber regresado. Le aseguro que amo a este país y a su gente tanto como su alteza, y que solo quiero ayudar. Vengo a servirle a Ravka y serle leal a su Rey. Espero me den el honor de ayudar y que me den la oportunidad de demostrar lo que puedo hacer. Estoy al servicio de sus majestades —Anastasia se inclinó, pero jamás se bajó de su caballo. Dijo poco con muchas palabras, aprendió de Nikolai. La respuesta pareció agradar un poco al príncipe.

Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov Where stories live. Discover now