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A N A S T A S I A

Los soldados del sol se abalanzaron contra la horda de las sombras, cortando y empujando a los nichevo'ya, conteniéndolos mientras los hombres con rifles disparaban una y otra vez. Pero, a pesar de su ferocidad, solo eran humanos, carne y acero que se enfrentaban a las sombras vivientes. Uno a uno, los nichevo'ya comenzaron a derribarlos.

—¡Vayan a la capilla! —gritó Tamar.

—¡Quedaremos atrapados! —gritó Sergei, corriendo hacia Alina.

—¡Ya estamos atrapados! —replicó Mal, colgándose el rifle a la espalda y sujetándo a Alina del brazo—. ¡Vamos!

No había opciones. Anastasia buscó a los Grisha, a Dakarai y a Erik, que nadie se quedara atrás.

—¡David! —chilló Anastasia—. ¡La segunda bomba!

La lanzó contra los nichevo'ya. Su puntería no era muy buena, pero Zoya estaba ahí para ayudarlo. Entraron en el bosque, con los soldados del sol siguiéndolos. El estallido atravesó los árboles con un resplandor de luz blanca.

Habían encendido lámparas en la capilla, y la puerta estaba abierta. Corrieron al interior, y los ecos de sus pisadas reverberaban en los bancos y la bóveda azul.

—¿Adónde vamos? —gritó Sergei con pánico.

Anastasia comenzaba a escuchar de nuevo los zumbidos y chasquidos. Tolya cerró la puerta de golpe y la atrancó con un pesado tablón de madera. Anastasia lo cubrió con hielo. Los soldados del sol tomaron sus posiciones junto a las ventanas, con los rifles en las manos.

Tamar saltó sobre un banco y pasó corriendo junto a Anastasia por el pasillo.

—¡Vamos!

Anastasia estaba confundida. Tamar pasó junto al altar y agarró una esquina de madera dorada del tríptico. Anastasia quedó boquiabierta al ver que el panel dañado por el agua se abría, revelando la boca oscura de un pasillo. Así era como los soldados del sol habían llegado a los terrenos. Y así era como había escapado el Apparat del Gran Palacio.

—¿Adónde va? —preguntó David.

—¿Qué importa? —soltó Zoya.

El edificio sufrió una sacudida cuando un estridente trueno partió el aire y la puerta de la capilla se hizo pedazos, estallando el hielo en pedazos. Tolya salió volando hacia atrás, y la oscuridad entró por la puerta.

El Oscuro llegó flotando sobre una marea de sombras, mantenido en alto por monstruos que colocaron sus pies sobre el suelo de la capilla con infinito cuidado.

—¡Fuego! —gritó Tamar. Anastasia tomó de la mano a Erik, Dakarai se paró frente a ambos, rifle listo.

Sonaron los disparos. Los nichevo'ya se retorcieron y se arremolinaron alrededor del Oscuro, fluctuando y reformándose mientras las balas golpeaban sus cuerpos, cada uno tomando el lugar del anterior en una continua oleada de sombras. Él ni siquiera se movió.

Los nichevo'ya entraban en torrente por la puerta de la capilla. Anastasia llegó junto a Alina jalando a Erik. Tolya ya estaba de pie y corriendo hacia ellas con las pistolas fuera. Dakarai, Tamar y Mal las flanqueaban, y los Grisha se encontraban detrás de ellos. Alina levantó las manos e invocó la luz, preparándose para el ataque.

—Ríndete, Alina —dijo el Oscuro. Su fría voz retumbó a través de la capilla, atravesando el ruido y el caos—. Ríndanse y les perdonaré la vida.

Anastasia y Alina se miraron. Pero, como respuesta, Tamar frotó las hachas entre ellas, produciendo un horrible chirrido de metal sobre metal. Los soldados del sol levantaron los rifles, y se escuchó el sonido de los pedernales de los Inferni.

Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov Where stories live. Discover now