Cielos y Mares

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A L I N A

Todos habían notado en el libro de los Santos a un ave volar por las montañas, oculto y apenas visible, este estaba en la misma pagina que Sankt Ilya, Ilya Morozova, en la misma pagina estaba el azote marino detrás del hombre y el ciervo a sus pies, expectante, detrás estaba el ave. Mal no quería creer que era posible, pero era cierto que Alina necesitaba más poder para derrotar al Oscuro y deshacer la Sombra. Era claro que el único capaz de cazar al ave de fuego de la ilustración era Mal.

¿Por dónde empezar? No lo sabían. Pero Alina recordó que fue Anastasia quien le señaló la hoja, ella sabía algo. Alina convenció a Mal de que ella debía de usar las escamas, ponérselas, pero antes de colocárselas tenían que hablar con Anne.

Caminaron hasta la parte de atrás del barco, en popa. Miraba hacia el mar, sus manos aferradas a la barandilla, sus dedos blancos por la fuerza, sus ojos como si hubiera visto un fantasma. Alina llegó a su lado, pero esta pareció no percatarse de su presencia. Alina la tomó de la muñeca llamando su nombre. Anne volteó a verla paralizada y al reconocerla se relajó.

—¿Estas bien? —le preguntó mientras la chica respiraba y su vista iba de un lado al otro.

—Sí. —titubeó y momento rápido—. Solo estaba demasiado en mis pensamientos. ¿Qué ocurre?

—¿Qué sabes de los amplificadores Morozova? —interrogó Mal, demasiado serio.

—Supongo ya vieron la ilustración —ambos asintieron—. Ya sabes cómo es, no me decía mucho. Pero él cree en el tercer amplificador, cree que eso te hará extremándome poderosa.

—¿Tenía idea de dónde encontrar al ave? —le preguntó Mal.

—Fue ambiguo cuando pregunté. Cree que en alguna parte de las montañas con la frontera Shu. O en las montañas antes de llegar a Tsibeya. Quería hacer un brazalete.

—¿Qué pasaría una vez que yo tuviera los amplificadores? ¿Qué me harían?

—No lo sé. Él creía que amplificaría algo en ti más allá de tu poder. No creo que él supiera tampoco.

—¿No pensaba conseguirte uno? —dijo Mal, un poco grosero.

—Mal, yo acabo de aparecer en todo esto. Dijo que con el tiempo me conseguiría uno, pero la prioridad era Alina.

—Exacto. ¿Eres nueva y él te cuenta todo esto? Eso es extraño —dijo Alina, insinuando.

—Él necesita cada Grisha que pueda obtener. Solo era eso.

Alina había visto la manera en la que él la veía. Como si ella fuera un respiro de todo, como si ella fuese a ayudarlo en todo. Pero terminó traicionándolo.









A N A S T A S I A

Estaban una vez más en la cubierta. Sturmhond y su Materealki, una chica de largas trenzas, que llegó soñolienta y bostezando. Los mellizos llegaron con dos faroles y para que se pudiera hacer el trabajo.

—Buenas noches a todos —saludó Sturmhond con entusiasmo que chocaba con la actitud sombría de Mal y Alina—. Hace una noche perfecta para abrir un agujero en el universo, ¿verdad?

Anastasia solo los observaba. La Grisha examinaba el collar de Alina y examinaba las escamas. Mal estaba escéptico. Tolya y Tamar alumbraban a la chica, Sturmhond los miraba expectante. Sin embargo, la mirada de Anastasia no podía evitar desviarse al mar, esperando ver repentinamente a la mujer que de agua, era hermosa, etérea, sus ojos fríos y furiosos, oscuros como una roca mojada.

Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov Where stories live. Discover now